Porte y tenencia de armas
La frase, acuñada con todas sus consecuencias en el argot dominicano, ampara a muchos desaprensivos para usar inadecuadamente el arma de fuego que le autoriza la ley.
Hay muchas, miles de personas armadas. Las estadísticas oficiales de la cantidad de armas que tienen los civiles, con permiso e ilegales, quedan cortas. Se modifican todos los días con las nuevas autorizaciones y las vencidas, que convierten un arsenal de armas legales en ilegales, por falta de una oportuna renovación. A veces el Ministerio de Interior, para cumplir con su trabajo, publica un anuncio advirtiendo sobre la renovación de los permisos para el porte y la tenencia y el uso de un arma de fuego.
El uso de las armas de fuego es lo que nos ocupa y nos preocupa. A diario son cientos los casos que vemos en las calles y que apunta a un uso abusivo de las armas de fuego. Uso que, aún sin llegar al derrame de sangre, constituye una queja nacional por la recurrencia con que se repite el hecho de ver a una persona humillada, atropellada o golpeada por otro con un arma de fuego. Eso sucede hasta por una insignificante diferencia en el tránsito, sin que intervenga un agente policial, aún vea el hecho.
Hay casos de hombres y mujeres humillados y amenazados ante su familia, seriamente; sometidos a la presión de ver su vida en peligro si se arriesgan a responder con alguna palabra descompuesta; cuando no los golpean salvajemente con el arma y los ponen prácticamente de rodillas, suplicando que les perdonen la vida.
Estos usos abusivos de un arma de fuego no llegan a ser noticia en los periódicos porque, generalmente, los desaprensivos no coronan su atropello con la consumación de la muerte y huyen, tras cometer el hecho. No reciben ningún castigo, aunque hayan matado miserablemente la dignidad humana de la persona que someten a tan vil maltrato y humillación pública. Una conducta que condenamos, que repudiamos, y de la que solo nos salvará un mejor y más eficaz control para el porte de un arma de fuego.