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¿Por qué Trump culpa a América Latina?

Por: Julio Disla

Donald Trump ha repetido hasta el cansancio que los latinoamericanos —y en particular México, Venezuela y Colombia— son los responsables del flujo de drogas hacia Estados Unidos. Sin embargo, los datos del propio gobierno norteamericano desmienten su retórica: el 84,6% de las drogas que ingresan a EEUU son introducidas por ciudadanos estadounidenses, el 12% por latinos con estatus legal y apenas el 4,6% por inmigrantes irregulares. Si el problema fuera del “extranjero”, la estadística no sería tan brutalmente interna.

¿Por qué entonces Trump insiste en responsabilizar a otros países? Porque no está construyendo un diagnóstico: está produciendo un enemigo político útil. El miedo al “otro” ha sido históricamente el lubricante de la reacción conservadora en Estados Unidos: fue así con los comunistas en los años 50, con los árabes tras el 2001, y ahora con los latinoamericanos. No importa la verdad, importa el aprovechamiento electoral del pánico.

La función política de la mentira

La retórica de Trump no apunta a resolver el narcotráfico, sino a cumplir tres funciones simultáneas:

1. Desplazar la culpa interna

Si el 84,6% lo introducen norteamericanos, el problema es endógeno: consumo, mafias domésticas, bancos que lavan capital, farmacéuticas que abrieron las puertas con los opioides. Culpar afuera evita reformar adentro.

2. Justificar medidas de fuerza externas

Se construye la narrativa “ellos nos envenenan” para legitimar sanciones, bloqueos, militarización de fronteras y eventual intervención en países señalados como “productores” o “puentes”.

3. Fabricar cohesión electoral por odio compartido

En vez de ofrecer bienestar, salud y educación, se ofrece un enemigo. No se promete salario ni vivienda, se promete castigo al “culpable externo”. El odio sustituye al programa.

El delito no cruza descalzo: cruza por aduanas, bancos y puertos oficiales

Otra evidencia que destruye la retórica trumpista: las drogas que entran no ingresan cargadas en mochilas de indocumentados.

— Cruzan por puertos legales, bajo custodia federal.

— Se lavan en bancos estadounidenses, no en bodegas mexicanas.

— Se distribuyen por redes empresariales del crimen organizado dentro de EEUU, no por migrantes pobremente armados.

Si el 84,6% entra con pasaporte estadounidense y por vías reguladas, el problema no es el inmigrante: es el sistema financiero, logístico y político norteamericano que lo permite.

La acusación como arma geopolítica

Trump no miente por ignorancia, sino por estrategia. La acusación contra América Latina cumple la misma función que antes cumplió contra Irak o Afganistán: crear consenso interno para actuar afuera. Lo que hoy se enuncia como retórica mañana justifica embargos, marines o “cambio de régimen”.

Nombrémoslo sin rodeos: no es política antidrogas; es política de poder

Quien introduce el 84,6% de las drogas es la sociedad que también concentra el lucro del negocio. Exportar la culpa es la coartada del imperialismo norteamericano para intervenir. La batalla no es por las drogas: es por el relato. Y en un mundo donde el relato abre o cierra fronteras, desmentir la retórica no es un gesto académico: es un acto de defensa política.Este artículo fue publicado originalmente en El Día

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