Mucha gente se pregunta por qué es tan difícil terminar una relación de pareja, ya que desde fuera se ve como algo claro y sencillo. En estas situaciones suelen existir más factores condicionantes de los que quizás somos capaces de ver desde fuera o en un primer análisis.
Por norma, terminar una relación de pareja no es una tarea sencilla; en especial, si ha durado años y en el camino se han generado muchos hilos de dependencia. Esto es así con independencia de que seas tú el que toma la iniciativa. Sin embargo, si una relación no funciona, ¿por qué cuesta tanto ponerle fin?
El proceso posterior a la ruptura es una etapa de duelo. A nivel cotidiano, perder una pareja es un cambio de costumbres marcado por un evento negativo, y a nivel cerebral se activan las mismas áreas que cuando fallece un ser querido.
Son muchos los factores que juegan en contra cuando se está pensando en terminar con la pareja. En este artículo podrás explorar el proceso de duelo que se produce en este momento, así como las razones que frenan a las personas a cortar con su compañero sentimental.
El duelo tras la ruptura
Romper con la pareja produce un mundo de sensaciones que varían según la persona y la calidad de la relación, desde el alivio hasta el trauma. No obstante, siempre hay proceso de duelo en mayor o menor medida, pues supone un cambio en la vida cotidiana y la pérdida de ciertos aspectos positivos.
A nivel cerebral también se producen cambios. El córtex insular se activa en los días posteriores a la ruptura, creando la sensación de dolor emocional. El núcleo accumbens, que procesa las pérdidas y ganancias, junto a la función de razonamiento del neocórtex, se pone en funcionamiento para analizar qué es lo que ha salido mal.
El córtex insular también es el responsable de crear ansiedad cuando existe dolor físico.
Fases del duelo en la ruptura
Durante cualquier duelo se producen diferentes fases. Estas pueden variar en función de la persona y sus circunstancias, pero hay una serie de pasos generalizables a la mayoría de individuos:
Aturdimiento: predominan la confusión y la incredulidad, en especial en aquellas personas que no se esperaban la ruptura. En esta fase hay mucho dolor y pena, y a veces esperanzas de que la otra persona se arrepienta y vuelva.
Anhelo y búsqueda: aún existe deseo de volver con la expareja, pero comienzan a aparecer otros sentimientos negativos, como el rencor o la ansiedad ante escenarios ficticios -como una infidelidad-.
Desorganización: el aislamiento social provocado por las fases anteriores y los sentimientos depresivos llevan a esta fase de desesperanza. Se acepta que la pareja no va a volver y esto aún produce dolor. Existe desinterés por las actividades diarias.
Reorganización: la aceptación se ha interiorizado y el foco atencional vuelve a uno mismo. En esta fase se aumenta la distancia social y solemos intensificar el proceso de reconstrucción vital, reactivando la esfera social.
¿Por qué es tan difícil terminar una relación de pareja?
Visto el proceso de duelo por el que hay que pasar -similar para el que deja y al que dejan-, es fácil que una persona se resista a terminar una relación, aunque sea de manera inconsciente. Cuando se tiene delante la perspectiva de sufrir, es complicado dar el paso.
Muchas veces, y en especial en relaciones tóxicas, hay factores que frenan la decisión de cortar. Si quieres conocerlos, tienes los más importantes en los siguientes apartados.
Dependencia emocional
Las personas que tienen una relación dependiente con su pareja es muy probable que sientan que no pueden afrontar la vida sin ella. Suele acompañarse de baja autoestima, miedo a la soledad y, en ocasiones, la sensación de ser la solución a los problemas de la pareja.
Las partes positivas de la relación
Aunque los motivos para abandonar una relación de pareja sean fuertes y decisivos, por lo general también hay que abandonar aspectos positivos. Muchas veces, estas ventajas suelen servir como atenuadores puntuales del malestar general y generan dudas a la hora de terminar la relación.
Presiones externas
La cultura, la religión o simplemente los círculos más cercanos de una persona pueden ejercer presión para que no abandone sus relaciones. Por ejemplo, la concepción de que el amor es para siempre y el divorcio es un fracaso puede hacer difícil terminar una relación de pareja.
Responsabilidades conjuntas
Los hijos en común suelen ser una de las razones más comunes por las que una persona se queda con su pareja aunque no sea feliz. Se suele tener la expectativa de que los niños van a sufrir con la separación y eso frena la decisión.
Un último apunte
Existen situaciones más graves que frenan a una persona a la hora de dejar a su pareja. Por ejemplo, las víctimas de violencia de género pueden sufrir un síndrome de adaptación paradójica, en la que forman un vínculo con el agresor y lo justifican y protegen.
Esto es una forma inconsciente de proteger la propia mente de la situación límite en la que vive la víctima. Otras veces, esta no abandona al agresor porque teme por su vida, la de sus hijos, la de terceros, o la de animales de compañía.
Como has podido comprobar, cuando una persona está en la tesitura de terminar una relación o no, hay más factores que juegan un papel importante en la decisión. Es bueno que hacer lo correcto sea la prioridad, y si hay impedimentos serios -como la violencia de género- lo mejor es buscar ayuda profesional.
Fuente: La Mente es Maravillosa