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Populismo conservador

El Día Por El Día

La lógica, en cuanto disciplina de la filosofía, trabaja con los conceptos como piezas de todo razonamiento.

Al relacionarse los conceptos entre si forman los juicios y estos a su vez articulan los silogismos o razonamientos.

 La manera más sencilla de develar un concepto nos la enseñó Platón, quien a su vez la aprendió de la enseñanza oral de Sócrates, y consiste en preguntar o preguntarnos ¿qué quiero decir cuando digo X?, donde “X” es el concepto a definir. ¿Qué es un caballo?, ¿qué entiendo por la bondad?, ¿qué quiero decir cuando afirmo que Dios existe?, etc.

 Cuando afirmé en mi artículo del viernes 6 de enero que el sistema político dominicano desde el 1965 hasta el presente es un populismo conservador estoy vinculando dos conceptos que ameritan aclararse.

Toda forma de populismo se define esencialmente como gobiernos o discursos políticos que apelan al “pueblo” como referente del poder o motivador de las propuestas que se esgrimen. Es connatural a formas electoralistas de elección, pero regímenes de facto también han sido populistas.

El problema con el populismo es que su apelación al “pueblo” es demagógica, es decir, realmente no busca beneficiar al pueblo, si no justificar sus acciones, ya que el populismo es propio de élites y no de reales procesos políticos populares.

 El populismo, promovido por grupos políticos, militares, económicos, etc, puede tener orientaciones revolucionarias o conservadoras, valga decir, promover cambios estructurales o mantener el status quo. En nuestro caso es un populismo conservador, que afirmando servir al pueblo, lo mantiene sometido a la miseria y la impotencia política.

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