Desde hace mucho tiempo, EL DÍA ha propugnado por la modernización del Código Penal para incluir crímenes y delitos propios de la era moderna, así como otros que eran impensables cuando se aprobó el vigente en el siglo XIX.
Aspiramos a un Código Penal que incorpore muchas otras leyes sueltas existentes, concentrándolas en una única legislación. Por eso se llaman “códigos”. Además, debe actualizarse.
El Código Penal establece los crímenes y delitos junto con sus respectivas penas, mientras que el Código Procesal Penal contiene los mecanismos y reglas para conducir los procesos judiciales en materia penal.
La necesidad de actualizar el Código Penal, que debió ocurrir antes de la aprobación del vigente Código Procesal, no implica hacerlo a la carrera ni sin un estudio adecuado.
Es cierto que, desde hace 20 años, el proyecto de Código Penal está en el Congreso Nacional, pero cada vez que se pone en agenda, parece que se parte de cero, obligando a revisar todos los cambios y modificaciones.
El debate público suele centrarse únicamente en el tema de las dos causales pendientes, dejando de lado todo lo demás. En ese descuido, pueden incluirse una gran cantidad de desaciertos.
Los nuevos tipos penales y sus penas no deben ser imposiciones sectoriales ni tratarse a la ligera, ya que cada palabra puede tener grandes implicaciones.
Por tal motivo, los congresistas tienen la obligación de discutir cada aspecto introducido, evaluar el alcance de cada artículo, escuchar las opiniones de especialistas y atender al sentido común.
El país necesita con urgencia un nuevo Código Penal, pero no cualquier Código Penal.