Pedro Henríquez Ureña y su bajo perfil político frente a la intervención de los EE. UU. DE 1916

Pedro Henríquez Ureña y su bajo perfil político frente a la intervención de los EE. UU. DE 1916

Pedro Henríquez Ureña y su bajo perfil político frente a la intervención de los EE. UU. DE 1916

De entrada, este artículo podrá parecer irreverente e iconoclasta. Sostengo que Pedro Henríquez Ureña tuvo bajo perfil político frente a la primera intervención militar de los EE. UU. en suelo dominicano, salvo en sus inicios en 1916, y un tanto en 1919.  Habría hecho un aparente mutis casi siempre hasta la culminación del evento en 1924.

En la Comisión Nacionalista, resalta su ausencia constante en la internacionalización de la campaña contra la ocupación, como sí lo estuvieron su hermano Max Henríquez Ureña, su tío Federico Henríquez, Fabio Fiallo, Tulio Manuel Cestero y otros.

A duras penas, Federico, en “Nacionalismo”, y Max, en “Los yanquis en Santo Domingo”, tocan este punto de mi tesis. El primero afirma que PHU “no tuvo puesto fijo en [la Comisión]” (Cf. Federico, op. cit. [1925], SD, 1986,  p. 23), declaración en cierta forma confirmada por el segundo.  (Cf. Max, op. cit., SD, 1977, p. 248) Sócrates Nolasco, su otro pariente, ni siquiera lo menciona en su obra “La ocupación militar de Santo Domingo por Estados Unidos de América (1916-1924)”. (1971)

Es sabido que don Pedro empezaba sus estudios doctorales en la Universidad de Minnesota cuando se produce la intervención. Mientras esto ocurría, su padre era presidente “de jure” del país.

Es probable que, para los Henríquez, el doctorado de don Pedro tuviera prioridad sobre su participación activa en la oposición al hecho histórico, por lo que el momento habría aconsejado tacto y prudencia.

Igualmente, se habría cumplido en nuestro insigne escritor la profecía de su madre Salomé en su poema “A mi Pedro”, en el sentido de que “Mi Pedro no es soldado; no ambiciona/ de César ni Alejandro los laureles;/ si a sus sienes aguarda una corona,/ la hallará del estudio en sus vergeles”.

Por suerte, debemos a un escritor argentino, Alfredo A. Roggiano, que haya recogido en su obra “Pedro Henríquez Ureña en los Estados Unidos” (1961) los únicos escritos breves contra la intervención que publicara nuestro más grande pensador en periódicos de Minneapolis, México y Santo Domingo.

De no haber sido por Roggiano, sea por desidia, o por desdén, o por escasos vuelos de investigador en nuestra crítica establecida, probablemente no hubiésemos sabido de la postura política de PHU frente a la intervención militar norteamericana.



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