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Pedernales y la gallina de los huevos de oro

Desde la judicialización y el conflicto hasta la concreción, paso a paso, del puente que enlaza a una de las comunidades remotas del país con los grandes centros administrativos y las vías del desarrollo económico de estos tiempos, esta es la historia reciente de Pedernales.

Las obras dejadas ayer en servicio tienen un sentido estratégico.
Son parte de un encadenamiento puntual orientado a facilitar las inversiones del sector privado en el turismo y para que este negocio avance sobre previsiones.

Ayer el Gobierno inauguró una planta de tratamiento de aguas servidas destinada a minimizar la contaminación superficial y del subsuelo. Pedernales también pasó a estar conectada a la red eléctrica nacional.

Con un muelle como el de Cabo Rojo, concebido para recibir buques de crucero; una carretera acondicionada con la vista puesta en visitantes que viajan por motivos de placer, con la necesaria seguridad y agilidad; un acueducto moderno con capacidad para abastecer hoteles, grandes y pequeños, y un aeropuerto, la integración de esta provincia a lo más dinámico de la economía nacional luce prometedora.

Estas prevenciones materiales, o de infraestructura si se prefiere, son importantes; pero también los reparos que desde el principio han hecho conservacionistas sobre las características particulares del ambiente, que debe ser cuidado.

Y tienen razón. Sin sus particularidades Pedernales perdería el encanto por el que están siendo realizadas las grandes inversiones estatales y privadas.

Si la gallina pone huevos de oro, ¿la matamos para poner las manos en la mina que debe llevar por dentro o aprovechamos el interés que genera y los beneficios materiales que nos da?

Como en la fábula podemos, por nuestra ambición, entrar a saco sobre el prometedor nuevo “destino”, o buscar hasta encontrar una fórmula de convivencia entre la naturaleza y nuestras expectativas.

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