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París: la más bella de las metrópolis

Joffre de la Fontaine Por Joffre de la Fontaine

Desde mi jubilación de la academia y las comunicaciones, acostumbro pasar el otoño entre París y Nueva York. Ciudades que junto con México me han acogido en el estudio y el trabajo. Dedico la mayor parte de la temporada a la Ciudad Luz.

Aunque mi hogar se encuentra en México, y viví muchos años en Nueva York, considero que París es no solamente la más bella de las grandes metrópolis, sino la que mejor calidad de vida ofrece, tanto a residentes como a visitantes.

Empezando por la simetría de su arquitectura, seguimos con la vida cultural, sus museos, teatros, casas de ópera, salas de conciertos y manifestaciones públicas patrocinadas tanto por la alcaldía como por el sector privado.

Sepa usted que los músicos ambulantes que tocan en los pasillos del metro tienen que pasar por una audición para obtener el permiso necesario. O sea, que al contrario de México y Nueva York, se requiere de talento para ejercer la profesión o afición.

Sus parques, chicos y grandes, son una delicia para el peatón. Y sus bosques de Boulogne yVincennes, pulmones para los ciudadanos.

Los servicios públicos son de primerísima: el metro es el que mejor cubre las necesidades de transporte en el mundo; los autobuses y la red de trenes de vecindades lo complementan.

Y fue París donde se desarrolló el servicio de alquiler de bicicletas y autos eléctricos que se toman en uno de los cientos de cientos en todos los barrios, y se entregan cerca de su destino, a un bajo costo subsidiado por, de nuevo, la alcaldía y la iniciativa privada.

Otros servicios, como agua de primera calidad, luz, red eléctrica y gas natural subterráneos, recogimiento de basura, seguridad, red electrónica gratuita en edificios públicos, entrada gratuita a museos una vez al mes, y más y más. La lista sería muy larga para este espacio.

Finalmente, no se puede ni escribir ni hablar de la ciudad y del país sin recalcar en su cocina.

Desde el más alto nivel en los mejores restaurantes del mundo, todos con estrellas de la biblia de la gastronomía, la Guía Michelin, hasta las modestas ‘brasseries y bistros’ que abundan en los barrios de clase media . Ni existe país en el mundo cuyos ciudadanos dediquen tanto tiempo a la gastronomía y al vino.

Y a propósito del vino, en otra entrega les contaré de mi fin de semana en Burdeos, capital mundial de los buenos caldos. Bon apetite.

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