Por Cecilia Rivera*
Además de tener que usar mascarilla y seguir otras medidas preventivas, algo que ocurrirá por primera ocasión durante unas elecciones, los cerca de ocho millones de dominicanos que acudirán a emitir su voto en los comicios presidenciales y legislativos del 5 de julio llegarán dominados por el miedo, que históricamente ha sido utilizado como instrumento de control y disuasión como estrategia política.
Hay que recordar que Aristóteles definía al miedo “como la espera de un mal” mientras que Charles Darwin fue uno de los primeros científicos que definió el miedo como una emoción primaria. Además de escribir el libro El origen de las especies, en 1872 escribió La expresión de las emociones en los animales y el hombre.
En esa obra Darwin describe el miedo, la alegría, el disgusto, la ira, la tristeza y la sorpresa como emociones básicas o universales de los animales y las explica como acciones debidas a la constitución del sistema nervioso, con independencia de la voluntad y, en cierta medida, también del hábito, en las cuales se pueden encontrar patrones generales de gestos corporales identificables.
Para el padre de la Teoría de la Evolución, el miedo es una emoción necesaria y con un papel adaptativo crucial, pues permite a los individuos de una especie reaccionar y evitar a depredadores o a otras circunstancias peligrosas en su entorno.
En el siglo XVI, entre otras conceptualizaciones y formulaciones teóricas, Maquiavelo pensaba que el miedo es un determinante substancial del comportamiento del ser humano, y aconsejaba que “es más importante ser temido que ser amado”. También el filósofo francés Jean Paul Sartre se refirió al tema, y señalaba que el hombre es, a la vez, miedo y angustia.
Por su parte, el ministro de propaganda de Hitler, Joseph Gobbels, decía que “muchos tienen un precio y los otros miedo”, entronizando el soborno y el terror como política de persuasión nazi.
Como vemos desde la antigüedad el miedo es usado como instrumento de control, dominación y movilización política por parte de las elites y grupos gobernantes en todas partes del mundo, como bien se señala en el libro La Guerra Sucia en las Campañas Electorales: El Ataque, la Difamación y el Miedo como Estrategia Política del mexicano Andrés Valdez.
De acuerdo con Valdez, primero, fue el miedo a la furia de los dioses, a la ira de la naturaleza y las pestes por las destrucciones y cataclismos generados. Después, fue el miedo a las guerras producidas por la disputa de los imperios por territorios y riquezas, ante los efectos devastadores que las confrontaciones bélicas generaban.
Y en los tiempos más modernos, bajo regímenes autoritarios y totalitarios fue el miedo al comunismo, al militarismo y a los gobernantes tiranos, quienes se legitimaban en el poder por el uso de la fuerza y la instauración de una política del terror hacia sus opositores.
Actualmente, bajo los llamados sistemas democráticos entre la ciudadanía existe el miedo a la criminalidad y la violencia, al narcotráfico, a la crisis económica, a la pobreza, a los radicalismos, al terrorismo, a la falta de empleo, al cambio climático y a los virus, entre otros.
En la era del COVID-19, y en medio de un clima de alta tensión política y social, la mayoría de los dominicanos estarán el domingo 5 de julio dominados por el miedo al contagio y el miedo a que la Junta Central Electoral (JCE), cuyo papel de árbitro ha quedado profundamente cuestionado luego de la suspensión de las elecciones municipales por un “fallo técnico”, no tenga un actuar democrático.
Además, el resultado de las elecciones tendrá en el centro del conflicto político a la JCE, ya que el mayor miedo no debería ser que los dominicanos no acudan a las urnas, lo que seguramente harán, sino que el miedo y peligro latente es que el órgano electoral tenga una actuación que busque complacer el propósito oficial de seguir controlando al país; ese factor será determinante en los resultados electorales.
Los integrantes de la JCE y todos los políticos dominicanos no deben de olvidar que la gran tensión que existe por la pandemia, además de los miedos ciudadanos actuales, hará que los dominicanos decidan tomar las calles si se da un resultado electoral que provoque dudas e incertidumbre.
Los políticos deben de saber que el miedo no se combate con palabras, sino con hechos. Entre las palabras y la apariencia, el cerebro se quedará siempre con lo que observa, con la apariencia de lo que ocurre. Y lo que ocurra será importante para definir el futuro de los dominicanos.
De los resultados electorales puede surgir una emoción básica tan potente como el miedo, que individualmente es imprescindible para la supervivencia del ser humano, pero que de forma colectiva puede ser letal.
Estaré observando el desarrollo del proceso electoral con la confianza de que ganará el candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM), Luis Abinader, quien desde mi perspectiva puede representar un cambio verdadero en la política dominicana. Pero con el miedo de que Danilo Medina y Leonel Fernández decidan seguir causando daño y controlando a la República Dominicana.
* Periodista mexicana, máster en marketing político por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Correo: ceciliarivera_r@hotmail.com