Para el cuerpo y el alma

Tras la carga de trabajos que tenemos, al llegar la noche cuando el silencio es tu compañero, la privacidad llega a ser tu confidente.
Nos preparamos para tener un tiempo a solas.
Muchos toman un té de ginsen para calmar un poco el dolor del cuerpo, empiezan los pensamientos a cruzarse y comenzamos a meditar de lo ocurrido en el día. Ese tiempo es ideal para alimentar una parte esencial de nosotros que es el espíritu.
El apóstol Pablo nos dice que el hombre está dividido en tres partes: espíritu, alma y cuerpo (1ª Tesalonicenses 5:23).
Cada una de esas partes es importante. Nosotros, por ejemplo, le dedicamos gran parte de nuestro tiempo al cuerpo, sabemos que tiene muchas necesidades que debemos de suplir y eso es bueno porque tenemos que cuidar el cuerpo que Dios nos dio.
El alma es el centro de nuestro ser, está entre el espíritu y el cuerpo, donde se almacenan todas nuestras emociones; en el alma se manifiestan los afectos, los deseos y sentimientos: ella influye en muchas decisiones del hombre.
El espíritu es lo más sano que debemos tener, porque es la parte que se comunica con Dios, Él fue que lo creó.
El espíritu debe de gobernar nuestra vida, debemos evitar que el cuerpo y el alma nos dirijan.
Alimentar el espíritu por medio de la meditación, la oración y la palabra de Dios nos llevará a tener un cuerpo y alma sanos de enfermedades físicas y emocionales, si tenemos un espíritu libre tendremos paz para con el Creador.
Jesús nos muestra que el espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha (Jn. 6:63), esto nos garantiza una vida de paz, de seguridad y unión con Dios.