El COVID-19 ha impactado las principales estructuras y sectores productivos de la región de América Latina y el Caribe (ALAC), aunque de manera diferenciada según los países.
Según un estudio publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la pandemia ha agudizado las dificultades de la población para satisfacer sus necesidades básicas, especialmente de las más pobre y vulnerable; por ello, es preciso garantizar los ingresos, la seguridad alimentaria y los servicios básicos a un amplio grupo de personas cuya situación se ha vuelto extremadamente vulnerable y que no necesariamente estaban incluidas en los programas sociales existentes antes de la pandemia¨.
En efecto, la pandemia en la estructura productiva está siendo desbastadora, a tal punto, que al cerrar el año 2020 se espera una contracción en el PIB regional en alrededor un 5,3% o más, lo cual estaría acompañado de un aumento del desempleo en 3,4 puntos porcentuales(11,6 millones de desocupados más que en 2019), 4.4 en la pobreza general (28,7 millones de personas adicionales) con respecto al año anterior. En tanto, se espera un aumento en la pobreza extrema equivalente a 2,6 puntos porcentuales, que significaría unos 15,9 millones de personas adicionales de pobres extremos, que al estar acompañados de importantes pérdidas de empleo impactaría en la reducción en los ingresos laborales de las personas y de los hogares.
Al culminar el mes de mayo todavía es bastante elevado el grado de incertidumbre en cuanto a la vuelta a la normalidad pre pandemia y, aunque se inicie el proceso en el segundo trimestre, su marcha se vislumbra como gradual y no del todo acelerada, por lo que el deterioro en ingresos y empleos de los sectores más vulnerables puede perdurar durante un tiempo que sobrepase al 2020, además de que el regreso a la nueva normalidad no asegura una completa vuelta al empleo que se poseía antes de la crisis sanitaria. Se predice un futuro de cierta inestabilidad y creciente vulnerabilidad para nuevos núcleos poblacionales en América Latina y el Caribe.
En República Dominicana también se espera el cierre del año con cierto retroceso en materia de pobreza general, pobreza extrema, pérdida de empleo y deterioro en la calidad del mismo, así como, aumento de la desigualdad en los ingresos nominales, entre otros. En pobreza general se espera que sólo en el 2020 se adicione entre 42,000 a 45,000 personas, colocándose el nuevo nivel en alrededor de 2,200,000 personas, situando el nuevo número de pobres extremos en los 550,000 personas cuando concluya el año. Estos incrementos en la pobreza estarán acompañados con una peor distribución del ingreso en vista de que producto de la situación creada por la pandemia se estima un incremento en el coeficiente de Gini entre 0.5 y 1.4 puntos, lo cual significar un aumento entre 1.1% y 3.0% del nivel que tenía al cierre del año 2018, que fue de 0.454.
La crisis de la COVID-19 también ha causado disrupciones en las cadenas alimentarias de todo el mundo, afectando tanto al suministro como a la demanda. Cabe señalar que en los años previos a la crisis sanitaria, la tendencia a nivel mundial reflejaba ciertas tensiones por el lado de la demanda que incluía las expectativas de que los precios de los alimentos pudieran elevarse rápidamente.
El desarrollo de la pandemia impacta de forma directa a los sectores más vulnerables. La caída del ingreso y el paro de las jornadas de trabajo por el confinamiento obligatorio ha hecho mermar los pocos recursos que se podían dedicar a las labores productivas para la producción de alimentos en el sector agrícola, situación que hace mucho más precaria su desempeño de vida.
Es importante señalar que la mayoría de productores agrícolas, tanto en República Dominicana como en gran parte de los países de América Latina, producen parte de su alimentación básica y colocan en el mercado una porción de la producción. Estos verán obstruidas las posibilidades de producir sus alimentos al no poder sacar a tiempo los productos durante el paro de la COVID 19, lo que trae consecuencias en la alimentación y en los niveles de nutrición de las familias, en especial a los niños y niñas.
Según ha reconocido la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura(FAO), si la pandemia se prolonga se producirán mayores interrupciones en el suministro y es posible que dicha interrupción se repita con una segunda o tercera ola de presencia del virus.
En vista de las amenazas de prolongación del período de la pandemia y la posibilidad de aparición de nuevas olas del virus, la República Dominicana, en materia de soberanía y seguridad alimenticia, debería centrarse en fomentar, apoyar y financiar la producción y el consumo local, sobre todo vía los pequeños y medianas unidades productivas, ya que son las mayores generadoras de empleo y donde se podría fomentar un estilo de producción más amigable con el medio ambiente y la explotación racional de los recursos naturales. Es una forma de disminuir el riesgo de interrupciones en la cadena agroalimentaria y reducir la inseguridad ocasionada por la COVID-19, a la vez que aporta a un planeta más sano.