En el periodo colonial español se explotaron todas las vertientes de producción económica, posibles en esa época, para beneficio de la corona española.
El oro era el producto más deseado, pero resultó escaso y además de muy difícil extracción.
Esto desanimó a los conquistadores, los que rápidamente emprendieron la producción de rubros necesarios y deseados en Europa, los que a la vez permitieron el mantenimiento del Gobierno español en la isla. De las islas Canarias y de Oriente se trajeron semillas y arbustos para la producción agrícola.
Del mismo modo, desde los primeros viajes, se trajeron caballos, ganado y otros ejemplares animales, indispensables para el sostenimiento de la incipiente población de colonos. Durante el gobierno de Frey Nicolás de Ovando, en los primeros años del siglo XVI, se trajeron además los implementos agrícolas para la explotación de las tierras.
Expansión del ganado
El ganado encontró en las tierras bajas de la isla condiciones óptimas para su crecimiento y reproducción, adecuándose perfectamente a las bondades del clima y los suelos de la isla.
A través de la historia, es conocida la saga de los primeros colonos provenientes de Extremadura, con Juan Ponce de León a la cabeza, quienes trasladaron ganado vacuno y lanar, además de cerdos y otras especies, a las exuberantes llanuras que se empezaban a desarrollar, teniendo como centro la región de Higüey.
Muchos años después, a fines del siglo XVI e inicios del siglo XVII, nuevos hidalgos se aposentaron en las llanuras del río Haina y sus afluentes, con el fin de criar ganado vacuno y otras especies, para la explotación de la carne y las pieles, lo que produjo grandes beneficios para estos privilegiados hidalgos, protegidos por la corona española.
Existen en esta región, cercana a Santo Domingo, en las márgenes del río Haina, los restos arqueológicos de una impresionante vivienda rural que habitaron los propietarios de una enorme hacienda, denominada Palavé desde hace cientos de años.
Los restos arqueológicos de esta vivienda, hoy en día se encuentra aislados, sin que se hayan localizado aun, las ruinas de las múltiples edificaciones que debieron existir alrededor de este importante monumento.
La casa de esta hacienda debió poseer cocinas, letrinas, cocheras, caballerizas para el cuidado de las bestias de tiro e indudablemente, construcciones para alojar a los esclavos que trabajaban la tierra y cuidaban del ganado.
También los elementos complementarios de los barracones, desconociéndose aún sus lugares de asentamiento.
La casona principal mantiene aún en buen estado las estructuras y la división espacial que permite hacerse una idea aproximada de cómo funcionaba esta estructura.
La construcción fue edificada con mampostería de piedra y arcilla, con ladrillos para la confección de determinados elementos arquitectónicos.
La casona de proporciones armónicas está constituida por un altoplano, bastante regular en su parte superior. Fue erigida en dos plantas, de manera parcial, ya que en algunos ambientes no existe segundo nivel; la vivienda posee una fachada que recuerda a múltiples edificaciones coloniales del mismo periodo, nos referimos a los siglos XVI y principios del XVII.
La fachada principal presenta, al centro, la entrada noble de la vivienda, esta se encuentra abierta por medio de tres arcos de medio punto, sostenidos por dos columnas.
Los dos extremos poseen medias columnas adosadas a los muros del resto del edificio.
La fachada presenta tres arquerías fundamentales, decoradas con un arrabá que sostiene un dintel, permitiendo una espadaña sobre la arquería central. Esta sostiene una campana. A ambos lados de la misma aparecen merlones de ladrillo, los que aportan la noción de protección militar para la vivienda.
A ambos lados de la fachada se producen dos cuerpos de doble altura, con puertas en los niveles superiores y pequeños balcones sin proyección al exterior. Abajo se observan dos huecos para ventanas, con el fin de ventilar e iluminar estos ambientes interiores.
De estos dos cuerpos, solo el levantado al sur proyecta la doble altura hasta el extremo oeste de la edificación.
El cuerpo norte, sin embargo, solo mantiene doble altura hacia el noroeste, siendo la habitación de la primera planta el espacio cubierto y protegido, destinado a cochera.
Desde el acceso principal de la vivienda parten dos escalinatas adosadas a las paredes de ambos lados para acceder a la segunda planta. En la parte superior de la escalera la rampa se convierte en corredor abalconado que une los dos cuerpos en la parte alta.
Doble puerta
En la parte baja, al fondo del gran porche, se accede por medio de un portón de doble puerta a la sala principal, que a la vez sirve de paso al comedor y a un despacho del dueño de la hacienda. Los tres espacios en la parte alta constituyen los dormitorios, uno de los cuales posee una puerta que asoma a un balcón corrido sobre la fachada norte de la edificación.
Al tener estas ruinas, más del sesenta por ciento de su volumen en perfectas condiciones, la mansión campesina se podría reconstruir integralmente y ser habilitada idealmente, como museo para ilustración de las presentes y futuras generaciones, al igual que se hizo con la Casa fuerte de Ponce de León, en la zona de Boca de Yuma, en Higüey.
Hormigón armado
— Fue intervenida
En tiempos recientes, la construcción fue intervenida para ser consolidada, colocándose vigas de hormigón armado en los espacios en donde anteriormente existieron vigas de madera.
*Por MARÍA CRISTINA DE CARÍAS, CÉSAR IVÁN FERIS IGLESIAS Y CÉSAR LANGA FERREIRA