Una nueva tragedia sacude a Haití, pocos días después de haber realizado las honras fúnebres de su asesinado presidente Jovenel Moïse.

Un fuerte terremoto ha provocado miles de muertes y la destrucción de una gran cantidad de viviendas familiares y obras de infraestructura.

Los heridos se cuentan por miles.
La capacidad de respuesta ante una tragedia como esta resulta difícil para cualquier nación del mundo, mucho más si se trata de la más pobre del hemisferio.

La comunidad internacional debe hacer gala de su solidaridad y responsabilidad ante esta tragedia.

Estados Unidos tiene el deber de demostrar su liderazgo regional como país más rico y poderoso del hemisferio.

Las naciones del Caricom y los países europeos con territorios de ultramar en el Caribe no pueden cruzarse de brazos ante esta tragedia.

Los haitianos vuelven a necesitar de un apoyo frente a una gran tragedia.
República Dominicana, solidaria como siempre, debe montarse en el carro de la comunidad internacional y coordinar sus acciones en el marco del concierto de naciones para no disgregar ni duplicar las ayudas.

Ahora bien, ayudar a Haití tiene muchas complejidades burocráticas.
Hay que velar que las ayudas no sean presa de la corrupción política, empresarial y de ONGs que suelen aprovecharse de la tragedia haitiana.