Recientemente un Ministro de Estado se pronunció contrario a que intereses privados administren inversiones del estado. Ha dictado una opinión contraria a los intereses políticos, filosóficos y gubernamentales de la administración pública y el presidente a que se obedece.
Esto es así, ya que la administración del Presidente Fernández ha dado sobradas muestras de pragmatismo, lucidez y coherencia gerencial al reconocer que mecanismos como las ONG, a la cual pertenecen los patronatos, y las concesiones, son vehículos, que adecuadamente estructurados y reglamentados, preservan el patrimonio público y se desempañan en muchos casos con mayor transparencia y eficiencia que el propio aparato público.
El Presidente ha resaltado en innumerables ocasiones a lo largo de sus diferentes periodos presidenciales, la conveniencia de la concesión de puertos, aeropuertos y carreteras, la mayoría construidas con fondos públicos. En el sector eléctrico, el estado se convirtió en socio y aliado del sector privado. Todo ello en aras de la eficiencia y la preservación de la inversión.
En educación, más de una ONG opera centros de enseñanza básica, media y superior en infraestructuras construidas mediante inversión del estado, la mayoría con resultados muy favorables. En el propio sector salud, abundan los ejemplos, siendo el más emblemático el de la Plaza de la Salud.
Todo lo anterior es a propósito del nuevo hospital oncológico, que ha abierto grandes apetencias que atentan contra una organización ejemplar, cuyas líneas de acción fueron propulsados por esa dama ejemplar, Doña Rosa Emilia de Tavares, quien por más de 40 años dirigió la Liga, y su mística ha sido seguida por un grupo de ejemplares ciudadanos, con enorme pulcritud.
La Liga Dominicana Contra El Cáncer ha sabido no establecer distinción entre clases sociales o culturales, brindado lo mejor en pro de nuestros conciudadanos. No dejemos que la avaricia, apetencias políticas o demagogias gastadas atenten contra el Oncológico, actual y futuro.