Normalidad y desestabilización

Normalidad y desestabilización

Normalidad y desestabilización

Roberto Marcallé Abreu

MANAGUA, Nicaragua. Es enigmática y sobrecogedora la belleza de este amanecer de un amarillo ámbar que se torna cada vez más resplandeciente sobre el azul tan suave y ligero del cielo. Conmueve contemplar esas nubes tan puras que asumen formas excéntricas mientras la claridad de la aurora se revela gloriosamente en la bóveda celeste.

Hay sentimientos encontrados en mi mente y en mi corazón. Ayer fue un día de naturaleza, amistad y alegría. ¿El motivo? El aniversario de los doscientos años que los países de Centroamérica se liberaron del yugo colonizador de las potencias dominantes en la época.

La institución denominada Grupo de países latinoamericanos y del Caribe (GRULA) acordó que los embajadores de las naciones que integran la entidad ofrecieran testimonio de respeto y reconocimiento con la siembra de miles de árboles en una de las reservas protegidas de Nicaragua.

Se trata de un mensaje de amor por la naturaleza y de rememoración de las luchas liberadoras de todas y cada una de las naciones que integran la institución.

Los ciudadanos y las autoridades de este país, celebran con solemnidad y respeto estas fechas. Su fe y entusiasmo son desbordantes. Y su propósito, preservar viva la memoria de las luchas de sus antepasados tras el logro de un mejor destino para sus conciudadanos, preservar su identidad y enaltecedores valores universales que sienten como muy suyos.

En Nicaragua la naturaleza es abundante, absorbente y amable. Donde quiera que se mira, el verdor se apropia del horizonte. Este es un país de tantos matices de verde, de tal diversidad en su flora, que el espíritu se sobrecoge ante su inenarrable belleza.

Pienso en esas casi niñas que interpretaron para los presentes, con una gracia maravillosa y una alegría desbordante, uno de los bailes típicos de este país. La belleza de la mujer nicaragüense es excepcional. Agradezco como el que más tanto al GRULA como a su presidente, José de Jesús Martínez González por su invitación y a la encargada de Medio Ambiente Sumaya Castillo, una dama gentil y hermosa que nos colmó de toda clase de atenciones.

En este ámbito de celebración y alegría, la Patria Dominicana, cuyos símbolos estaban muy presentes en el escenario latía en lo más profundo de mi corazón. Y, como sugerí al principio de este texto, no puedo negar que, por momentos, con cierta innegable tristeza. Una razón es la muerte de la joven Yanelis Arias quien, días atrás, fue rociada con “ácido del diablo” por un criminal al que deberían condenar a muchos años de cárcel por perverso y asesino.

Uno observa con frialdad el panorama nacional en su conjunto y puede que tropiece con situaciones que se derivan de estos tiempos traumáticos y dolorosos de la pandemia y del ejercicio de ocho años del gobierno más funesto de toda nuestra historia.

Es preciso hacer énfasis en el estado anímico del pueblo dominicano. Como también, y en eso ha estado trabajando intensamente el presidente y su equipo, en recuperar los empleos, incrementar la captación de inversiones del exterior, facilitar la instalación de negocios, aumentar las exportaciones, atraer el turismo, enfrentar la pandemia.

Es preciso, asimismo, mantener bien abiertos los ojos. Los desplazados del poder poseen recursos incalculables. A esa gente les roba el sueño ser juzgados por gente insobornable. ¿Procede creer o confiar que quienes corrompieron la sociedad dominicana hasta lo inconcebible, van a quedarse con los brazos cruzados?