A partir de su muerte, en agosto de 1900, marcada por las tinieblas de la locura, la obra de Nietzsche y su polémica personalidad alcanzan una difusión extraordinaria, llegando a publicarse más de mil títulos antes de que se completaran los veinte años de su fallecimiento.
Se proyecta, primero, como literato, luego se va reconociendo su fundamento filosófico, llegando, incluso, a conformar escuelas en Europa.
Se destacó en su juventud como profesor de filología clásica, en la que se formó académicamente. Sin embargo, comparada con su valoración como filósofo, la del Nietzsche poeta cobra una dimensión mucho menor. Igual suerte corrió como compositor, talento que le forjó una profunda afinidad y amistad con Richard Wagner, que luego se resquebrajaría.
Si bien Nietzsche se destacó en su obra filosófica escrita, no solo por la criticidad y ruptura con lo convencional de sus ideas, sino también por la originalidad y agudeza de su estilo, será en la poesía donde encontraremos, reflejada con vigor, con descarnada expresión emotiva, la tensión frente a la palabra, hecho que ofrece la particularidad de la génesis del poema. No se trata, eso sí, de un poeta de la estatura de tres a los que admiró, como son Hölderlin, Goethe y Heine, aunque este último alabó su dominio de la forma. Nietzsche, no llegó a publicar un libro de poemas.
Por su apego a la filología clásica, sus poemas están estructurados con un preciso rigor retórico, tocando temas que van desde la más alta literatura griega hasta la cotidianidad y las relaciones interpersonales, con sus acentuados fracasos amorosos, a veces con tono de lenguaje sobrio, a veces desmesurado, a veces irónico y otras veces radicalmente pasional. Su poesía es un espejo del estado emocional de su personalidad.
La obra filosófica de este pensador está permeada por poemas o fragmentos de poemas. Se mantiene viva en él la tradición griega que hermana los lenguajes filosófico y poético, en oposición a la disyuntiva de la sensibilidad o la racionalidad, y la fragmentación del individuo y la existencia que aportará la modernización.
El propio filósofo califica como una sinfonía su afamada obra filosófica “Así habló Zaratustra” (1883-1885), y son frecuentes versos suyos plasmados o convertidos en aforismos y sentencias en obras como “La gaya ciencia” (1882), “Más allá del bien y del mal” (1886) y “Humano, demasiado humano” (1878), entre otras.
Laureano Pérez Latorre ha traducido y publicado, por primera vez en castellano, toda la poesía escrita por Nietzsche en su período intelectualmente productivo, es decir, entre 1869 y 1888, dado que al siguiente año se manifiestan los delirios y la esterilidad en la creación. Así se da a conocer la obra “Friedrich Nietzsche, poesía completa” (Trotta, 2018, aunque la primera edición es de 1998), que parte de la edición de referencia de las obras completas llevada a cabo por Giorgio Colli y Mazzino Montinari, en 1980 y 1986.
Nietzsche afirma: “Mi estilo es un baile; un juego de simetrías de todo tipo y un sobrepasarlas y burlarme de ellas”, sarcasmo con el que define su estro lírico. Para Pérez Latorre, la poesía de Nietzsche se inscribe en las corrientes postrománticas, con afinidad ante el movimiento simbolista del siglo XIX, en que se destacan Verlaine, Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé.
Violentar el lenguaje, tanto en la escritura filosófica como en la poética, era un objetivo central en el creador, lo que le facultó para admitir que en él había muchas posibilidades de estilo y de formas, que le hacían jugar con las posibilidades y los límites del lenguaje.
En una próxima entrega nos adentraremos en la poesía de este creador total, disruptivo, visionario y temperamental.