Navegar con brújula

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Federico Alberto Cuello

Esta semana circularon los programas de los candidatos a las elecciones. Proponen atender desafíos derivados de la globalización desde hace tiempo pendientes.

La Estrategia Nacional de Desarrollo y la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible permean su contenido. Ejecutar sus propuestas, sin embargo, necesita más conciencia del contexto que vivimos, ya descrito someramente en esta columna y dilucidado hoy en más detalle.

Antes de la pandemia del coronavirus, la división internacional del trabajo venía cambiando por políticas adoptadas en EEUU y algunos países de la UE para recuperar la producción que había emigrado hacia países de menor costo laboral y elevada productividad. Es lo que se conoce como reshoring.

Para contener el contagio, el aislamiento social generó desempleo masivo, desplomó el crecimiento de nuestros principales mercados y cercenó el flujo de turistas. Superada la pandemia, ¿volveremos al mismo patrón de comercio que tanto nos hizo crecer?

Por el COVID-19 la voluntad de reshoring es aún mayor. Se entiende que depender de países asiáticos que son ahora “competidores estratégicos” crea riesgos de espionaje o debilita la resiliencia frente a futuras pandemias. Por ello la sensibilidad en rubros como la telefonía de 5ta generación, los farmacéuticos o los productos de hospitales.

Pero el reshoring no será la panacea. Recuperar los empleos perdidos será difícil en los países desarrollados, donde la 4ta revolución industrial robotiza la industria y automatiza los servicios, utilizando inteligencia artificial para reemplazar telefonistas por sistemas de reconocimiento vocal, eliminar abogados por sistemas de reconocimiento de textos y hasta algunos médicos por sistemas de reconocimiento de imágenes.

Porque robotizar totalmente lo fabril y automatizar los servicios tomará tiempo, es posible prever una etapa intermedia del reshoring, durante la cual emigre la producción desde los “competidores estratégicos” asiáticos hacia países más cercanos a los EEUU y la UE.

Esa transición debe ser aprovechada desde ya por nuestras zonas francas, componentes esenciales de las cadenas de suministro estadounidenses—y potencialmente europeas—, generando cerca de 300 mil empleos altamente productivos.

Nadie podrá sin embargo detener el cambio tecnológico. Los programas de gobierno formulados contienen mucho al respecto, para fortalecer el tejido de MIPyMES, potenciar el emprendimiento, encadenar industrias y elevar la productividad. ¿Cómo aprovecharlo para ganar ventajas competitivas más duraderas?

Ya tenemos dominicanos innovando en temas de robotización fabril y automatización de los servicios. Generalizando a nivel nacional la capacitación que han recibido, contaremos en breve con los recursos humanos requeridos para que la creatividad sea uno de los ejes de nuestra competitividad. Quien dude que tal cosa sea posible sólo debe visitar el Instituto Cincinnattus que desde hace años funciona en el Salesiano de Jarabacoa.

Sigamos así la brújula del patrón de comercio que viene. Sus fuertes matices regionales y su énfasis en la capacidad de innovación requieren aprovechar las economías de aglomeración que tendríamos si nos convirtiéramos en el centro logístico de las Américas, proyecto que potenciará todo lo que nos hace especiales: localización geográfica, dotación de puertos, infraestructura de transportes y telecomunicaciones, capacidad productiva, tratados comerciales y, sobre todo, el talento de nuestra gente.



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