Los museos temáticos tienen entre sus muchas virtudes la facultad de mostrar en extremo una narrativa didáctica. Los diseñados para exponer historias o fenómenos sociales tienen que diseñarse con mucho cuidado para evitar distorsiones.
Cada cierto tiempo en el país se generan debates sobre la pertinencia de algún museo sobre la Era de Trujillo.
Hoy, cuando conmemoramos un aniversario más del tiranicidio de 1961, resulta oportuno hacer alguna referencia sobre la necesidad de un museo, pero que le muestre a las actuales y futuras generaciones lo que no se puede volver a repetir.
Desde hace años el país cuenta con un “Museo de la Resistencia” diseñado con una narrativa que tiene como centro la lucha por la democracia y las libertades.
El museo o los museos que necesitamos sobre la Era de Trujillo deben ser con ese mismo enfoque.
Tenemos que rescatar la historia sangrienta de esa funesta dictadura porque se está olvidando y se observa una peligrosa emulación del “glamour” que se ha querido presentar del estilo del dictador y sus secuaces.
Ojalá el país pueda establecer un museo en el lugar donde funcionaba la “Cárcel de la 40” donde se muestren los instrumentos de tortura, las condiciones en que allí se tenía a los que se oponían al régimen, cómo los mataban y el sufrimiento al que los sometían.
Hay que contarle a estas generaciones los niveles de pobreza que se registraban en el país, las acciones de patriotas por instaurar la democracia y la libertad.
No se puede permitir que esas atrocidades sean olvidadas. Corresponde generar la conciencia necesaria para valorar el clima de libertad en que vivimos y la madurez de la democracia.
Los museos de la Era de Trujillo que necesitamos no son los del bicornio, sino los de la silla eléctrica.