Modales
Mis padres y su generación eran todos magos. Fueron capaces de criar a varios niños con poca diferencia de edad en algo llamado modales.
Aún recuerdo cuando íbamos a una casa ajena, nos sentábamos en el sofá y cuidado si se nos ocurría correr, gritar o tirar algo. Revolución en casa después. Y ninguno hemos crecido traumatizados por eso.
Magos, definitivamente. La crianza ha evolucionado, y eso está bien. Pero creo que hay elementos básicos que hoy están echados al olvido y los padres, en un intento de aplicar esas tendencias psicológicas de empatizar, ser amigos y no hundir la autoestima de los hijos, han perdido un rol importante: dar las herramientas necesarias para que sus vástagos se conviertan en personas fuertes y, al mismo tiempo, con capacidades sociales positivas.
Y miren que uso el término positivo. Ahora un niño se cree que un adulto es su igual en todos los sentidos, por lo tanto, los límites no existen y así crecerá.
Un joven no entiende el valor de llegar a un lugar y dar un simple buenos días; más bien lanzan un gruñido o te ignoran.
Ya los modales no están de moda. En ese devenir de empoderamiento e individualidad se han perdido esos valores que nos definen como seres sociales.
Y sí, a los niños hay que reprenderlos, enseñarles con el ejemplo, decir “no” cuando es necesario, que sepan aburrirse, que entiendan que sus padres son una autoridad a quienes hay que respetar, al igual que a sus mayores.
Y por eso su autoestima no va a ser peor, pero sí su capacidad de relacionarse, de frustración y de manejo emocional.
Una pantalla no les va a enseñar todo eso. La escuela tampoco. Es en casa donde se crea esta base que será fuerte en el tiempo.
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