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Misterio con el dengue

El dengue ha sido de año en año, el terror de las familias, particularmente de aquellas con niños, y de las estadísticas de salud, a las que cada vez dejaba en índices rojos, no sólo por el número de casos, sino por las muertes.

De pronto hemos tenido un año sin registros fatales a pesar de que conservamos los mismos hábitos de salud en la población, patios y solares yermos llenos de cacharros, basurales improvisados, cañadas y acumuladores de agua en los que deben de estar proliferando millones de mosquitos, además de las altas temperaturas y lluvias abundantes.

¿Qué ha pasado? Hasta ahora no se nos ha informado de iniciativa alguna para la esterilización del Aedes aegypti, mosquito al que la comunidad científica atribuye la transmisión del dengue.

Tampoco hemos conocido de campañas para concienciar a la población sobre la necesidad de evitar las picaduras de estos insectos, capaces de formar enjambres y atacar apandillados, según algunos para distraer a la víctima haciéndole culiñiques cerca de las orejas —como diría Rubén Suro en su Rabiaca del haitiano que espanta mosquitos— mientras otros atacan en los pies.

Si hay en esto algún misterio sería el Ministerio de Salud Pública, la institución que debería despejarlo, porque en realidad es como para llamar la atención pasar por lo menos siete meses de condiciones propicias para la proliferación de este bicho y no tener una muerte por dengue.

¡Felicitémonos! En primer lugar a la población, que debe de estar poniendo a un lado la medicina vernácula, que recomienda batidos de una cierta variedad de ajíes con guayaba para fortalecer las defensas, y en segundo término a las autoridades sanitarias, que avanzan en la ruta de tener un año memorable, sin muertes por dengue.

Esto, desde luego, no es lo mismo que no haber tenido casos.

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