¿Ha leído el último estudio acerca de la meditación? Probablemente no, porque incluso mientras lee esto seguro que ha salido otro.
Hay un flujo constante de nuevas investigaciones y noticias acerca de los beneficios de la meditación y otras prácticas de respiración.
Se asegura que la meditación aumenta la energía, ayuda con el enfoque, reduce el estrés y la ansiedad, aumenta la capacidad de resistencia y, posiblemente, de manera sutil, cambia tu vida y tu cerebro para mejor.
Por supuesto, no todo el mundo cree en el poder de la meditación, pero si se empieza a practicar, el gran obstáculo es que se ajuste a su horario.
Sólo la idea de meter otra actividad en su rutina diaria puede ser causa de estrés.
Por eso he aquí una propuesta radical: meditar en el trabajo.
Sí, en la oficina. Ese lugar estresante.
Ventajas
Resulta que, la oficina es en realidad un lugar ideal para meditar específicamente debido sobre todo al estrés que se respira.
Para citar una de mis películas favoritas, Al Filo de la Navaja, en la que el personaje de Bill Murray busca el sentido de la vida, «Es fácil ser un hombre santo en la cima de un monte». Es más difícil, pero más gratificante, ser uno en la oficina.
No sólo es probable que el trabajo sea una de las principales causas de su estrés. También es una víctima de la misma.
Un empleado estresado e infeliz no es un ser productivo.
El trabajador puede contrarrestar la negatividad e incluso hacer de su oficina un lugar más pacífico, creativo y productivo a través de la meditación.
Además, si usted es como yo, es difícil encajar la meditación o cualquier otra cosa en la cargada atmósfera de la casa, sobre todo con un cónyuge e hijos.
La solución para mí fue meditar en el trabajo: el lugar al que voy cinco días a la semana y donde más necesito esta práctica.
En realidad, no se necesita comprometer mucho tiempo -con 10 a 15 minutos cada día es suficiente- y hasta un par de minutos puede ser útil.
La clave es comprometerse, de lo contrario no es eficaz.
Cuando vivía en San Francisco estaba a pocas cuadras del famoso Centro Zen de la ciudad y me despertaba casi todas las mañanas para las sesiones previas al amanecer.
Seguía estrictamente la tradición budista. Me encantó, y lo echo de menos.
Así que ese es mi reto: volver a practicarlo sin que sea una carga o compita con otras prioridades.
Encontrar un espacio
La primera persona con la que hablé de mi intención de empezar a meditar en el trabajo fue el director de la oficina.
«Esto puede ser una petición inusual», le dije en un correo electrónico, «pero me vendría bien tu ayuda. Estoy buscando una habitación en nuestra oficina sin vidrio que pueda reservar durante 15 minutos al día, todos los días. El objetivo es meditar».
Mi jefe, de manera profesional pero tal vez un poco desconcertado, me acompañó a través de un par de opciones en nuestra oficina de planta abierta con salas de reuniones con paredes de vidrio transparente.
Nos instalamos en una «sala verde» que se utiliza rara vez para buscar ideas en equipo.
Era perfecta: pequeña, tranquila, con dos sillas y sin teléfono.
Si está ocupada cuento con mis alternativas que incluyen una sala de reuniones con vidrio sólo en un lado (los transeúntes ven sólo mi espalda) y un parque cercano. Y si estoy realmente desesperado, siempre tengo ese último refugio de la privacidad: el santuario de porcelana.