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Me gusta la gente que cuida los detalles: esa que regala momentos, no cosas

El corazón sabio se alimenta de pequeños detalles, de esos que están hechos con atención, amor del bueno y dedicación de la auténtica. Detalles de esos que además no valen dinero y se ofrecen a cambio de nada. Porque… admitámoslo, es increíble cómo los detalles más simples tienen el poder de cambiar por completo un día que amaneció gris.

Quien admire el impresionismo, conocerá sin duda la famosa obra de Monet “Impresión, sol naciente”. En este lienzo, que dio nombre al revolucionario movimiento pictórico en 1874, llaman la atención unas pinceladas un tanto libres, rápidas y hasta desordenadas. El cuadro visto desde muy cerca apenas tiene sentido, todo parece confuso y hasta caótico; sin embargo, cuando el espectador se aleja aparece la magia y con ella el sentido de la obra.

“Mi fórmula es: sueña, diversifícate y nunca pierdas los detalles”
-Walt Disney-

Cada pincelada, cada detalle de ese magnífico cuadro adquiere importancia hasta configurar una atmósfera casi en movimiento, un amanecer donde el sol parece estallar en las tranquilas aguas del mar. Cada pincelada nos trae la luz, la humedad, el contraste, la vaporización, los barcos del fondo y la viveza de la superficie del cielo fundiéndose en la serenidad del agua.

Son cientos de precisos detalles, delicadamente estudiados, dando vida a una obra. Algo muy parecido ocurre en nuestro día a día: esas atenciones que otros nos dedican… esas palabras, preferencias, esos momentos especiales, junto a todos esos pequeños detalles que nos regalan y que salen del corazón configuran también esa luz que nos alimenta y que nos guía. Es el lienzo vital sobre el que construimos una realidad auténtica y significativa.

Pintura el sol naciente de Monet

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