Transitar por las carreteras dominicanas es cada día más y más peligroso, fruto de una combinación de factores que diariamente conducen a decenas de personas a los hospitales y a los cementerios de todo el territorio nacional, sin que nuestras autoridades hagan nada, absolutamente nada para frenar la gran cantidad de accidentes fatales que llevan luto y dolor a diferentes segmentos de nuestra población.
La gente sale tarde de su casa pero quiere llegar temprano a su destino, motivo por el cual excede los límites de velocidad establecidos por las autoridades y por la prudencia, irrespeta la luz roja de los semáforos y se estrella contra el primero que se interponga a su paso. Luego se baja, arma en mano, y le dice que el culpable fue usted.
Si hay un entaponamiento en la vía o si debe dar una vuelta muy larga, el conductor imprudente transita por la vía contraria, sin ningún sonrojo, y si en medio del camino se encuentra con usted, que va transitando de forma correcta, él le mira mal, y hasta le insulta, porque para él el imprudente es usted.
Los choferes de guaguas, patanas, camiones y taxis, junto a los irreverentes motoristas, se han convertido en el terror de aquellos que pretenden conducir sus vehículos de forma prudente y decente.
Las carreteras dominicanas están llenas de hoyos que provocan múltiples accidentes fatales, y mientras más larga es la carretera más largo es el calvario, pero la Secretaría de Obras Públicas no se encarga de corregir baches, porque ahí no hay beneficios marginales, y si los hay son tan pequeños que no revisten ningún interés para la élite política que gobierna, ya que los grandes beneficios están en los grandes contratos, y ellos prefieren una gran obra de más de 40,000 millones de pesos, como el disfuncional y deficitario Metro, en lugar de construir 40,000 pequeñas obras comunitarias de un millón de pesos cada una, ó 10,000 medianas obras comunitarias, de 4 millones de pesos cada una.
Pero para acortar el largo calvario del trayecto de cuatro horas entre Santo Domingo y Samaná, vía San Francisco de Macorís, se contrató una autopista de Peaje, que saliendo de la urbanización Marbella, le lleva a usted hasta el Cruce del Rincón de Molinillos, en apenas 80 minutos, y desde ahí hasta Nagua, Cabrera, Río San Juan, Sánchez, Las Terrenas y Samaná, en pocos minutos, es decir, que ahora usted puede llegar a cualquiera de esos lugares en menos de dos horas, con un gran ahorro de tiempo, de combustible y de emisiones de gases nocivos al medio ambiente y a la salud humana.
Sin embargo, dice el refrán que la felicidad en casa pobre dura muy poco, porque esta nueva carretera privada, que no es autopista porque apenas tiene dos carriles estrechos y unidos, y que costó 151 millones de dólares, tiene un caro peaje de 347 pesos por 102 kilómetros, equivalente a 3.40 pesos por cada kilómetro recorrido, mientras que si usted se va por la semi autopista Duarte – San Francisco de Macorís Nagua – Samaná, la distancia sería 292 kilómetros, el costo del peaje es de apenas 30 pesos, es decir, un costo de 10 centavos por cada kilómetro, lo que indica que el peaje de la carretera nueva a Samaná es 34 veces más caro que en la ruta pública estatal.
Pero el caro peaje no es el mayor problema de esta vía, ni la mayor preocupación de una población que está dispuesta a pagar caro por los servicios viales de esta ruta mucho más corta, sino que el problema principal es la seguridad vial, porque en muy corto tiempo se han producido múltiples accidentes fatales, y muchos de ellos no responden a las imprudencias de los conductores, sino a errores constructivos de la vía, por razones de economía.
Y es que si usted toma esta carretera para ir desde Santo Domingo hacia Samaná y hacia la región nordeste del país, se ha de encontrar que en los kilómetros 2.7, 3.7, 4.5, 4.8, 5.5, 7.9, 10.8, 11.4, 12.5, 13.0, 17.4, 21.4, 24.0, 29.3, 44.5, 48.5, 57.8, 62.0, 63.6, 68.0, 71.4, 71.9, 72.4, 73.8, 74.2, 74.8, 75.2, 76.2, 76.7, 77.1, 77.3, y 77.5 la carretera fue muy fiel a la topografía, se dejaron pequeños promontorios (cerros) innecesarios, que ondulan el perfil longitudinal de la estrecha carretera, y esto hace que cuando usted asciende por la pendiente se pierda totalmente la visual del tramo recto delante de usted.
Por la razón antes expuesta usted no sabe si en los próximos 40 metros frontales a usted hay un vehículo rezagado o averiado, o si viene un vehículo rebasando y ocupando el carril que le corresponde a usted, y por esa innecesaria pérdida de la visual usted se expone al riesgo de ver el otro vehículo cuando ya el choque es inevitable. En este aspecto hay 32 tramos peligrosos, además del puente sobre la carretera Mella y el puente sobre el río Yuna, donde al ascender también se pierde la visual frontal.
Al revisar el perfil topográfico real de la vía queda claro que estos promontorios fueron dejados así para economizar el costo de cortar los pequeños cerros y el costo de rellenar las pequeñas depresiones topográficas, y en lugar de bajar los cerros y subir las depresiones para mantener una rasante horizontal o subhorizontal que mantuviera las elevaciones medias de las terrazas atravesadas, se construyó una rasante ondulada que permanentemente sube y baja, y este es un error constructivo que urgentemente debe ser enmendado.
De igual modo, en los kilómetros 50.0, 51.2, 54.2, 54.7, 55.8, 58.6, 59.0, 59.9, 75.5, 75.7, 78.2, 78.4, 78.5, 78.7, 79.2, 79.5, 81.0 y 81.6 tenemos peligrosas curvas muy fuertes, impropias de una autopista moderna o de una carretera moderna, hay peligrosas curvas secuenciadas en S, y hay peligrosas curvas con muy bajo ángulo de peralte, o sin ningún peralte, y lo que es peor, a veces con un inexplicable peralte negativo que tiende a sacar el vehículo de la vía.
No debemos olvidar que el objetivo del peralte hacia adentro de la curva de la carretera es generar una fuerza centrípeta que anule la fuerza centrífuga que trata de sacar a todo vehículo que va en rápido movimiento por la carretera, fuerza que depende de la velocidad de desplazamiento del vehículo, del radio de curvatura de la carretera y de la inclinación dada a la curvatura de la carretera, y en este aspecto hay 18 tramos peligrosos que no se resuelven con simplemente poner señales de tránsito pidiendo a la conductores que manejen a 50 kilómetros por hora, porque los conductores imprudentes y temerarios no respetan esas instrucciones.
Esos problemas sólo se resuelven con radios más amplios o con peraltes más altos, o con ambas cosas a la vez. Pero hay que resolverlos pronto, incluyendo la colocación de muros tipo New Jersey para dividir los dos carriles en las curvas críticas de Los Haitises, porque la alta pluviometría de esa zona, la que anualmente varía entre 1,300 y 2,200 milímetros de lluvias por metro cuadrado de superficie, hace que durante la mayor parte del año el pavimento esté mojado y resbaladizo, incrementando los riesgos de accidentes fatales.
Los taludes laterales de esta carretera, cortados en los kilómetros 45.0, 47.0, 47.5, 48.0, 50.4, 52.5, 77.9 y en Los Haitises, muestran pendientes inadecuadas que no se corresponden con las recomendaciones de los estudios originales, apreciándose que ya hay derrumbes de rocas o de sedimentos arcillosos que ponen en peligro a los conductores, bloquean las canaletas de drenaje de las aguas y afectan la durabilidad de la obra. Y estos taludes deben ser mejorados.
Los puentes localizados en los kilómetros 8.5, 14.9, 15.2, 15.8, 61.0 y 90.0 provocan saltos a la entrada y a la salida, fruto del contraste entre el hormigón rígido del puente y el relleno flexible del pavimento que se asienta, y aunque este problema no es exclusivo de esta vía, sino de todas las carreteras dominicanas, debe ser solucionado con materiales de transición colocados en los aproches.
En los kilómetros 40.1, 43.5, 84.4 y 89.8 ya se observan deflexiones (hundimientos) del pavimento fruto del asentamiento de los suelos arcillosos de Monte Plata y de los suelos orgánicos del bajo Yuna, y estas deflexiones en el pavimento pueden provocar accidentes de tránsito cuando se conduce a altas velocidades en vehículos de poca estabilidad.
Pero el tramo del bajo Yuna ha de seguir sufriendo sustanciales asentamientos (hundimientos) por la presencia de materiales orgánicos que no fueron removidos, como debía ser, sino que fueron dejados bajo la sub-base de la vía, lo que se convertirá en un eterno dolor de cabeza para los dueños de la obra y para los conductores que la utilizan, del mismo modo en que las frecuentes inundaciones del bajo Yuna han de quedar represadas del lado oeste de la vía porque ésta actúa como un dique que impide el libre tránsito de las aguas hacia la bahía de Samaná.
Los cruces carreteros no están oportunamente señalizados y los conductores imprudentes entran desde las vías transversales hacia esta nueva carretera, sin respetar la preferencia de quien viene por la carretera de peaje, y de las vacas ni hablar, porque ellas se mueven, a todas horas, con la misma libertad con que se movían en esas extensas fincas antes de que se construyera la carretera, lo que indica que las vacas no se han enterado de la existencia de esta carretera de peaje caro, ni los conductores se han enterado de la presencia libre de las vacas ambulantes. Oh Dios!
La realidad es que hoy día, fruto de los múltiples accidentes fatales, en todo el país se habla de los peligros de la nueva carretera Santo Domingo-Samaná, y es preciso que, de manera urgente, las autoridades de la Secretaría de Estado de Obras Públicas y Comunicaciones se sienten con los ejecutivos de Autopistas del Nordeste para definir un inmediato Plan de Remediación Vial, el cual ha de ser bastante costoso, pero de lo contrario, el costo en vidas y en dolor será mucho mayor.