*Por Randy Estrella
Desde que el mundo anunció que había encontrado una vacuna contra el Covid-19, empezaron a surgir voces difuminadas que con el tiempo se han vuelto más notorias, oponiéndose estas y argumentando sobre los peligros de colocárselas.
Con la decisión de establecer medidas para proteger el rebaño como pedir la tarjeta de vacunación en espacios públicos y privados estos grupos han agudizado su discurso y hoy hablan de dictadura sanitaria, y ante esta realidad nos preguntamos; es nueva esta situación o los antivacunas son una especie antigua?
La desconfianza hacia los médicos y el gobierno que alimenta el movimiento antivacunas puede parecer un fenómeno moderno, pero no, desde que aparecieron las vacunas en la historia de la humanidad surgieron los antivacunas, y lo peor es que son una especie que ha venido creciendo en los últimos años. En el siglo XIX Edward Jenner demostró que podía proteger a un niño contra la viruela si lo infectaba con la linfa de una ampolla de la viruela vacuna, y de inmediato surgió la crítica pública, que se basaba en objeciones sanitarias, religiosas, científicas y políticas.
En 1853 se aprueba la ley de vacunación, pero todo esto trajo consigo una ola de protestas, miles de personas salieron las calles oponiéndose a la vacunación obligatoria contra la viruela en Inglaterra, tanto así que en 1866 se fundó la Liga Nacional Antivacuna en Reino Unido que pedía revocar las leyes de vacunación y aseguraban que era mejor “celda de prisión que bebe envenenado”. Luego estas ideas se expandieron hacia américa, y en 1879 nace la Liga Nacional Antivacuna en Estados Unidos, más adelante se dieron grandes batallas en los tribunales, pero hoy pocos podrían cuestionar que los antivacunas estaban equivocados.
En 1970 surgió otro caso similar, grupos antivacunas se opusieron a la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP), por un informe que habían publicado y que posteriormente se demostró que este no era una conclusión científica acertada, pero la confusión se mantuvo y trajo graves consecuencias en miles de familias. Y el caso más actual fuera de las campañas antivacunas contra el Covid-19 fue el artículo publicado por A J Wakefield en 1998, donde habla de una conexión entre la vacuna contra el sarampión, la rubiola y una enfermedad inflamatoria intestinal que podría desempeñar un papel de espectro autista, este pese a que se demostró que tuvo fallas metodológicas significativas y que tal relación no existía, se levantaron miles de personas en contra de la vacunación lo que ha provocado el surgimiento e incremento de casos de estas enfermedades en Europa y Estados Unidos en los últimos años.
En conclusión, los movimientos antivacunas son una especie antigua cuyos argumentos han sido desmontados con el tiempo, pero como toda idea fundamentalista, se niegan aceptar lo que todos sabemos, las vacunas son eficaces.