Palacio de la Policía Nacional.
La Policía Nacional está de cumpleaños. Este día, 2 de marzo, es el de sus primeros 87 años, aniversario que la encuentra sometida a un proceso de reformas en el que el Gobierno y la población participan con expectativas encontradas, pero a la vez complementarias.
El Gobierno se esfuerza por mejorarla y una parte de la población, a veces sonora, quisiera eliminarla.
Entre las características de un Estado ideal debe de ser posible incluir la inexistencia de policías. Pero entre el mundo de las ideas y el de las realidades concretas suele haber un abismo profundo.
Y como todo dominicano consciente sabe que el nuestro es un Estado concreto, suponemos que debe resultar fácil comprender que entre nosotros no es posible la vida sin un cuerpo público para el orden.
Una parte significativa de la población es excesiva, particularmente en el comportamiento anómalo, que no es otro que el opuesto a la convivencia pacífica, el irrespeto al derecho ajeno, el desconocimiento de la propiedad, la violación de las normas y la agresión contra la integridad personal. La existencia de estas y otras anomalías son las que justifican la existencia de un cuerpo policial en una comunidad.
De nuestra policía se puede decir que puede estar permeada por vicios propios de su conformación como cuerpo y por los enumerados entre los excesos que pueden ser advertidos en la población en sentido general.
Para corregir los vicios, se nos ha dicho, está en marcha un profundo proceso de reforma que fue objeto de mención por parte del Presidente de la República en su mensaje a la nación el día 27 de febrero pasado.
Si hemos de tener un cuerpo de policía despojado de armas y cachiporras, como parece que quieren algunos críticos, hemos también de tener una población carente de excesos y sin elementos anómalos.
La nación necesita mejores policías, es cierto; pero también mejores dominicanos. Parece imperativo, para disfrutar de los primeros, asegurar los segundos.
¡Feliz cumpleaños, Policía Nacional!
