
Existe en el Alcázar de Colón, una silla aquí que al decir de los guías que explican los objetos allí expuestos, perteneció a “Juana la Loca”. Se trata de un sillón frailero de madera de nogal, con patas asentadas sobre travesaños, las patas y los apoyos de los brazos, forman una X de aspas curvas, lo que le da al asiento, un aspecto sumamente gracioso.
Los brazos, a su vez, son de doble curvatura, en su parte intermedia y en la terminación.
El respaldo y el asiento están confeccionados en cuero repujado, unidos a la madera por clavos de cabeza ornamentada.
Tanto las patas como los soportes de la silla, se hallan totalmente taraceados. La silla frailera, llamada también jamuga, es una evolución del asiento “curul” utilizado por los romanos para impartir justicia. Los romanos, a su vez, desarrollaron el taburete plegable, con patas cruzadas en X, creado por los ebanistas egipcios, los que utilizaban técnicas de construcción, de un desarrollo paralelo al de nuestros días, realizando ensambladuras en espigas y cajas.
Aquella silla curul de los romanos, se convirtió en el símbolo de la justicia y en donde quiera que se depositara la silla, se procedía a dirimir pleitos y enredos.
Los magistrados lo hacían, ya fuera en la plaza o foro o en la vía publica.
Los curules se hacían de metales o materiales preciosos, generalmente de marfil o incrustaciones y enchapado en oro. El asiento era de cuero finamente repujado o de finas sedas traídas de oriente, con hilos de oro y plata.
Con el renacimiento, se revivió la famosa silla curul, esta vez dotándola de brazos y respaldo. Tanto Italia como España, produjeron bellísimos ejemplares de este tipo de asiento.
En Italia se conoció como silla “Dante”.
Ideal para viajar
Este tipo de mueble resultaba muy cómodo para llevar de viaje, pues al tener la particularidad de plegarse, era fácil transportarlo de un lado a otro.
La taracea con que está adornada la silla, es una técnica de ornamentación de origen árabe. Consiste en sacar pequeños pedazos de madera, con un diseño predeterminado y luego rellenar estos huecos, con otro material que, por lo general, es hueso, marfil, nácar, bronce u otra madera de diferente tonalidad.
La silla del Alcázar, además de ser bella, posee la cualidad de haber pertenecido, si es que en realidad lo fue, a aquella desafortunada reina de Castilla llamada Juana, hija de los reyes católicos, Fernando e Isabel. Los que además de expulsar a los moros de su territorio, apadrinaron el descubrimiento de América, dándole un vuelco total a su mundo medieval.
Juana quien nunca fue muy equilibrada, se casó con Felipe, archiduque de Austria, llamado “el Hermoso” pues era sumamente bien parecido. Instantáneamente Juana vio al que debía ser su esposo, se enamoró profundamente de él, con aquella pasión que los cerebros inestables imprimen a sus sentimientos.
Romance de la época
Tuvo con Felipe seis hijos y dicen las crónicas que fue sumamente feliz con su príncipe de la lejana Flandes, donde vivieron, hasta ser declarados herederos al trono español, debido a la muerte del infante don Juan y de la infanta Isabel, hermanos de Juana. Pero un buen día Felipe enfermó y para consternación de Juana, ninguno de los médicos mandados a llamar de urgencia a burgos pudo hacer nada y Felipe expiró en sus brazos.
