¿Listo SD para un peaje urbano?

¿Listo SD para un peaje urbano?

¿Listo SD para un peaje urbano?

Víctor Féliz Solano

El bullicioso Manhattan, corazón financiero y cultural de Nueva York, siempre ha sido una imagen emblemática de movimiento y actividad constante.

Pero con esta vibrante dinámica viene un precio: un tráfico interminable que asfixia las calles, un aire contaminado que afecta la salud de sus habitantes y una infraestructura de transporte público que, aunque robusta, necesita un mantenimiento constante.

A partir del 5 de enero de 2025, Nueva York se convirtió en la primera ciudad de Estados Unidos en implementar un peaje de congestión, una medida que podría cambiar la forma en que los neoyorquinos experimentan su ciudad.

La idea es sencilla: cobrar una tarifa considerable a los vehículos que ingresen al distrito sur de Manhattan con el fin de desincentivar el uso del automóvil particular, reducir la congestión vehicular y generar recursos para mejorar el transporte público.

El plan no es nuevo en el panorama global. Ciudades como Londres, Estocolmo y Singapur han implementado iniciativas similares con resultados significativos.

En Londres, por ejemplo, el tráfico en el centro de la ciudad disminuyó un 30% desde la introducción de su peaje en 2003, mientras que los fondos recaudados se invirtieron en autobuses más modernos y rutas de transporte alternativo. Nueva York busca replicar esta experiencia, estimando recaudar hasta 15 mil millones de dólares que se destinarán a modernizar el envejecido sistema de metro, reparar señales y expandir líneas para áreas poco atendidas.

La tarifa para ingresar a Manhattan oscilará entre los 9 y 23 dólares dependiendo del tipo de vehículo y el horario. Aunque algunos sectores han cuestionado el impacto económico en los trabajadores de bajos ingresos, se han incluido medidas paliativas como descuentos y exenciones para ciertos grupos.

El objetivo final es claro: transformar la movilidad en una ciudad diseñada para el siglo pasado, adaptándola a las necesidades de sostenibilidad y eficiencia del siglo XXI.

Pero, ¿qué significa esta medida para ciudades como Santo Domingo? La capital dominicana enfrenta problemas similares a los de Nueva York, aunque en una escala distinta.

El crecimiento desordenado, la dependencia excesiva del automóvil y una infraestructura de transporte público limitada han convertido a Santo Domingo en un campo de batalla diario para conductores y peatones.

El congestionamiento afecta la calidad de vida de los ciudadanos, tiene un impacto negativo en la economía, horas productivas desperdiciadas y un costo cada vez mayor de combustibles.

En Santo Domingo, las soluciones actuales han estado centradas en la construcción de infraestructura, como elevados, túneles y corredores exclusivos para autobuses.

Aunque estas iniciativas han aliviado parcialmente algunos cuellos de botella, no atacan la raíz del problema: la cantidad de vehículos en circulación y la falta de opciones de transporte público eficiente y accesible. Aquí es donde una medida como el peaje de congestión podría ser transformadora.

Imaginar un peaje de congestión en el polígono central de Santo Domingo, delimitado por las avenidas John F. Kennedy, 27 de Febrero, Máximo Gómez y Winston Churchill, es un ejercicio que plantea tanto desafíos como oportunidades.

Implementar un sistema de este tipo requeriría además de infraestructura tecnológica avanzada, como cámaras y sensores para el cobro electrónico, también un cambio cultural en cómo los dominicanos perciben el uso del automóvil.

En una sociedad donde el carro representa más que un medio de transporte, siendo a menudo un símbolo de estatus, persuadir a las personas de que utilicen el transporte público o métodos alternativos como bicicletas sería un reto monumental.

Sin embargo, los beneficios potenciales son innegables. Un peaje de congestión podría reducir significativamente el número de vehículos que ingresan al centro de Santo Domingo, mejorando la calidad del aire y reduciendo los tiempos de traslado.

Además, los fondos recaudados podrían destinarse a expandir el metro, mejorar las rutas de autobuses existentes e incluso introducir sistemas de transporte más modernos, como tranvías o teleféricos.

La clave estaría en garantizar que las alternativas sean viables y atractivas, de modo que los ciudadanos no sientan que se les está castigando por usar sus vehículos, sino que se les está ofreciendo una mejor manera de desplazarse.
Por supuesto, cualquier medida de este tipo en Santo Domingo enfrentaría críticas y resistencia.

*Por Victor Feliz Solano



El Día

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