Jesús camina por las calles de Jerusalén cumpliendo su ministerio. Sanando, consolando y enseñando la palabra.
Cristo conocía todos los lugares emblemáticos de la ciudad de Jerusalén y uno de ellos en particular era el de la puerta de las ovejas.
El sector donde llevaban las ovejas que iban a ser sacrificadas en el templo, en ese lugar, la puerta de las ovejas, había un charco de agua donde yacía una multitud de enfermos, ciegos, mancos o cojos, y los que tenían parálisis.
Ellos esperaban el movimiento del agua de la pileta, porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el primero después del movimiento del agua que entraba a la pileta, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese (Juan 5:3-4).
Jesús se dio cuenta de un hombre enfermo que tenía treinta y ochos años, toda una vida, donde su cama era en pedazos de tela y su almohada era la piedra y la sábana era el cielo estrellado de la noche.
Cuando Jesús lo vio acostado y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?; Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho y anda.
Al instante, como Jesús dijo las palabras, el hombre estaba completamente curado.
Hay varias cosas que quiero puntualizar, que pueden ayudarte en tu vida.
Cristo tiene el poder de sanarte toda dolencia espiritual, para levantarte y hacerte caminar y darte una nueva vida. Tienes que estar agradecido de Dios por darte salud física, donde no te falta ninguno de tus miembros y tener misericordia y amabilidad de las personas especiales que están alrededor de ti.