Las sangrientas riñas de gallo apasionan y alimentan a muchos nicaragüenses
MANAGUA.-Las sangrientas peleas de gallos con navaja, una tradición heredada de España, apasionan a Nicaragua, donde miles de gallos combaten cada semana por su vida, mientras el público, en el que abundan las mujeres, grita desaforadamente por la adrenalina de la pelea y las apuestas.
«En todos los pueblos de Nicaragua hay una gallera, es una tradición cultural» desde la colonia española y sigue siendo legal en el país, dijo a la AFP, Rodolfo Zapata, dueño de un sitio de riñas de gallos ubicado cerca de un casino de la capital, que realiza un ruedo de 10 peleas.
El local arde con el fervor del público mientras dos gallos, con navajas en sus espolones, se enfrentan en el primer combate. «Peleá», voicifera un hombre desde las gradas.
«Vamos, dale duro pendejo», acota a pocos metros una mujer enfervorizada. «Lo que atrae es la adrenalina que tiene el gallo al pelear», acota Carlos García, mientras no quita un ojo de encima ni a la pelea ni al juez.
Al cabo de unos minutos, el gallo que había conseguido las mejores apuestas comienza a sangrar y tambalearse, algo habitual en este feroz espectáculo, y el juez ordena un receso de 20 segundos.
De inmediato los dueños de ambos gallos se lanzan a la arena. Uno chupa con la boca la sangre que le corre por el pescuezo a su «pupilo».
El otro intenta darle aire para reanimarlo. Los segundos pasan velozmente y vuelven al combate, que durará poco más hasta que el gallo blanco, el herido previamente, caiga inerte.
«¡Ohhh…!» exclama parte de la concurrencia cuando el pecho y el pico del animal tocan simultáneamente el suelo, dando fin a una pelea que reporta al dueño del ganador casi 170 dólares, una cifra mas que respetable en este empobrecido país.
En las graderías el dinero de las apuestas cambia de manos con frenesí.
Es el inicio de una velada que se anticipa larga, y mientras el siguiente combate se alista, suena a todo volumen la música ranchera y circula el licor.
«Esto es como la adrenalina que siente el espectador en el boxeo profesional, es una diversión, una pasión», aplaude Eddy Pérez, un veterinario graduado en Rusia y que asiste todas las semanas con su esposa Marlene, ambos criadores de gallos.