Es conocido de la mayoría el uso que tenían los circos romanos antiguos como entretenimiento y foro político.
La película Gladiador refleja en gran medida ese mecanismo. Los emperadores se jugaban su popularidad frente al pueblo en la cartelera macabra de los circos. Las multitudes reaccionaban emotivamente a favor o en contra de los gobernantes que les sometían.
Dos hechos recientes en nuestro país reflejan la semejanza de las redes sociales con los circos romanos, por un lado el delirante rechazo al Dr. Leonel Fernández y por otro el morbo frente a las fotos íntimas de la comunicadora Nashla Bogaert.
En el primer caso se expresó la rabia de la clase media frente a un incremento de los impuestos que deberá pagar, buscando un culpable frente a hechos estructurales de escala planetaria, en el segundo develando el síndrome de brechero de muchos frente al erotismo que legítimamente comparten una pareja en su intimidad.
Las redes sociales por su carácter desregularizado no son fuentes confiables para informarse de las cuestiones sociales que a todos nos atañen y mucho menos para preservar la necesaria intimidad que todos merecemos. Este circo que son las redes sociales es la sumatoria de millones de individuos que desde la intimidad de sus hogares, oficinas o centros de Internet, opinan, critican, alaban, brechan o se exponen.
Sin consecuencias aparentes, dejando fluir sentimientos medulares, en la indefinida situación de estar sólo frente a una pantalla y en el medio del mundo a la vez.