Junto a la desembocadura del río Ozama ha sido erigida una efigie de Montesino de tamaño titánica donada por el Gobierno de México en el año 1982.
*Por Hanlet Domínguez
SANTO DOMINGO.-El 10 de diciembre de 1948, se celebró la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, donde se proclamaron los derechos humanos.
Fue en diciembre también, día 21 pero de 1511, cuando en Santo Domingo un fraile dominico se pronunció en favor de los derechos del hombre.
Dicha ciudad era la capital neurálgica del Imperio español en América, y la repercusión del sermón se sintió en la metrópoli con tal magnitud que hasta sorprendió al rey Fernando el Católico. Montesino y los dominicos fueron los artífices de esta declaración, la cual llevó a un debate teológico-jurídico y, posteriormente, a la creación de las Leyes de Burgos en 1512.
El antecedente
La proeza de estos dominicos es más admirable de lo que uno quizás pueda imaginarse, puesto que se enfrentaron a los grandes intereses económicos de la época.
Es muy probable que el antecedente de este espíritu revolucionario de Montesino se remonte a un evento ocurrido el 23 de mayo de 1498, en Italia, en que fue excomulgado (por el papa Alejandro VI) y quemado en la hoguera el famoso fraile dominico Savonarola.
Este era uno de los maestros y predicadores más destacados a finales del siglo XV. Sus ideas reformadoras llegaron al convento de San Esteban, lugar donde ingresó y se formó Montesino tiempo después.
El dominico José Barrado Barquilla, en ese sentido, dijo:
“El ambiente que por entonces, finales del siglo XV, se vivía en San Esteban era el de la reforma de Savonarola: la vuelta al espíritu primitivo de la Orden, con énfasis en la observancia regular y en el amor al estudio, típicos carismas de los dominicos”.
Pedro de Córdoba
Al llegar los dominicos a la Española en 1510, el ambiente estaba tenso: la muerte y explotación de los aborígenes era algo habitual. Pedro de Córdoba (el líder), al desembarcar en la isla, decidió ir a explorar la situación en el Cibao. Allí, en La Vega, se encontró por primera vez con Bartolomé de las Casas (futuro dominico), quien era encomendero de taínos.
Llegó fray Pedro a dicho lugar el sábado, y ya el domingo realizó una misa, donde convenció a los esclavistas de que todos debían llevar a sus “indios” a la iglesia. Allí se sentó el fraile en un banquillo, rodeándose de taínos e intérpretes para hablar la palabra de Dios y de cómo el todopoderoso había creado el mundo.
Testimonios clave
Un tiempo después, en Santo Domingo, se presentó Juan Garcés, quien pidió que lo aceptaran como miembro de los dominicos. Garcés, ya arrepentido, les contó en detalle a estos frailes acerca de los abusos cometidos por él y por los demás españoles. Esta era la evidencia concreta que necesitaba Córdoba para instruir a sus frailes sobre la preparación del sermón. En ese contexto, se expresó Henríquez Ureña: “Después de meditar y orar largamente, los frailes decidieron cuál había de ser su conducta. El acontecimiento es uno de los más grandes en la historia espiritual de la humanidad”.
Pedro de Córdoba había estudiado leyes antes de ser fraile, y eligió a fray Antonio para predicar, ya que era, por mucho, el mejor orador del grupo.
El sermón de Montesino había sido aprobado, apoyado y firmado por Córdoba y por los demás dominicos. Se entiende, además, que estos religiosos pudieron sopesar las represalias y la posible excomunión, como las que había sufrido el ya mencionado Savonarola (era el referente más cercano) 13 años antes, por sus ideas disidentes.
Pero nada de esto los detuvo, sino todo lo contrario: esto sirvió de motivación para encender el deseo de un verdadero cristiano, el cual evoca el segundo mandamiento dado por Jesús en respuesta a los fariseos: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:38).
El carácter del fraile
De las Casas describió a Montesino de la siguiente manera: “Tenía gracia de predicar; era aspérrimo en reprender vicios y, sobre todo, en sus sermones y palabras como muy colérico, eficacísimo […]”.
El sermón dictaba unos puntos clave que molestaban a los beneficiarios de la esclavitud en La Española ya que, si los taínos eran adoctrinados y profesaban la fe católica, no podrían ser tratados como esclavos, sino como súbditos de la Corona española (se perdería el lucrativo negocio), como había dicho años antes la reina Isabel.
En ese mismo sentido, Montesino expuso lo siguiente en su sermón: “¿Y acaso se justifica esto con hacer que se les doctrine y se les bautice, cosas con las que tampoco se cumple?”.
¿Con qué derecho?
Seguiría Montesino diciendo desde el púlpito:
Esta voz, dijo él, “que todos estáis en pecado mortal y en el vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.
Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos habéis consumido?”.
Un sermón aleccionador para la posteridad
Las Casas. En conclusión, lo expuesto por fray Antonio en Santo Domingo es, sin duda, un referente mundial de dignidad.
El mismo Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria fueron influenciados en parte por este acto heroico de justicia. Montesino nos dio un ejemplo de que las injusticias hay que denunciarlas en cualquier escenario, en vista de que todos los seres humanos, ante los ojos de Dios, somos iguales.
*El autor es historiador.