La verdad que Haití necesita escuchar

La clase política haitiana ha cultivado desde el siglo XIX una cultura de victimización que ha saboteado cualquier posibilidad real de desarrollo autónomo.
En lugar de construir un proyecto de nación sostenible, muchos de sus líderes han preferido culpar a factores externos por los males que aquejan a su país, evadiendo responsabilidades y alimentando una narrativa que perpetúa el estancamiento.
Ciertamente, la mayoría de los países de la región han sido víctima del colonialismo y del imperialismo, pero quedarse lamiéndose la herida no ayuda a la recuperación.
En las últimas décadas, República Dominicana ha sido uno de los blancos recurrentes de esa ya casi cultura política haitiana: culpar a otro de sus incapacidades.
Paradójicamente, esos ataques los dirige contra el país que más ha cargado con una solidaridad impuesta, recibiendo una migración desbordada y famélica, atendiéndola en hospitales, escuelas y servicios públicos, mientras la clase dirigente haitiana continúa sumida en la inacción y el discurso lastimero.
Las recientes declaraciones del presidente del Consejo Presidencial de Haití, responsabilizando a República Dominicana, Estados Unidos y Colombia por la violencia haitiana, repiten ese guion gastado.
Pero esta vez recibió una respuesta contundente del presidente Luis Abinader: Haití debe dejar de culpar a otros y asumir con decisión y responsabilidad la solución de sus problemas.
Esa verdad debe retumbar como una campana en todo el territorio haitiano. La comunidad internacional puede apoyar, pero el destino de Haití no cambiará mientras su clase política no decida dejar de vivir del lamento y empiece a trabajar por un mejor futuro.
Es hora de que Haití y sus dirigentes se conviertan en verdaderos actores del cambio. La historia no absolverá a quienes, teniendo la oportunidad de actuar, eligieron seguir culpando al mundo mientras su pueblo se hunde.
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