Mucho se esperaba de las redes sociales y su contribución a la lucha por la verdad, el fortalecimiento de la democracia y la participación o activismo ciudadano para alcanzar ciertas conquistas o deshacerse de gobiernos y gobernantes. Y no era para menos, sobre todo con los precedentes sentados por los movimientos del 15M o de los indignados en España; la revolución Egipcia, Occupy Wall Street, así como la lucha del 4 % para la educación en República Dominicana, los cuales alcanzaron su éxtasis entre 2011 y 2012.
Sin embargo, hoy tenemos que coincidir en que las redes sociales, al igual que otros medios de comunicación, digitales y tradicionales, han contribuido a la fragmentación de la verdad, al surgimiento o proliferación de verdades relativas, paralelas, inventadas o convenientes, no para convencer a nadie en la mayoría de los casos, sino para forzarlos a estar de acuerdo con ellos por mayoría mecánica, ya que en las redes sociales los valiente no son los que se rebelan contra la opinión de los muchos, sino los que abandonan su propia opinión cuando esta resulta ser la de pocos.
El reto de los partidos políticos y sus líderes no parece ser hacer de su ideario una meta compartida o una causa común, sino más bien construir en Redes Sociales lo que Byung-Chul Han llamaría un “ecosistema de la verdad”, pero la de ellos, donde valga por mil la premisa de que “quien inventa una nueva realidad no miente en el sentido ordinario”.
Viviendo en una sociedad de pensamiento digitalizado donde todos parecería ser que estamos obligados a tener una opinión sobre algo, aunque no sepamos nada sobre eso, la principal herramienta no sería la verdad en una campaña política, sino, como asegura Byung-Chul Han, las fakes news, y como agrego yo: los policías de la moral, los del pensamiento y los que parecen ser anti todo y pro nada.
En los procesos electorales ganarán aquellos que logren crear la mejor versión de una realidad que le favorezca o de una que le perjudique a su adversario.
Esto parece magia, pero es mejor pensar que se trata de la perfecta producción justificativa a lo que Giuliano da Empoli dibuja en su obra “Los Ingenieros del Caos”, cuando detalla como lo que parecía ser un desorden en un sistema político y económico, no era más que un movimiento diseñado y articulado con una precisión casi quirúrgicas de especialistas en datos, expertos en comunicación y propaganda detrás de muchos políticos y partidos norteamericanos y europeos que alcanzaron la victoria en sus luchas electorales o ideológicas.