En estos últimos cinco años hemos visto cómo los niveles de conflicto social han ido en aumento en los distintos grupos sociales, barrios, escuelas, familias, clubes, calles y hogares.
(La principal causa de homicidios son los conflictos sociales, con un 51.6 %, según cifras ofrecidas por la Presidencia de la República Dominicana en su portal, a la fecha de este año, 7 de julio de 2025). Es como si no existiera un punto en común para resolver las dificultades.
Al leer los grandes titulares de los medios escritos y los boletines informativos en televisión, se reseñan trifulcas, agresiones y homicidios, con detalles que resultan sorpresivos al no comprender cómo se llegó a traspasar los límites: “porque debía 20 pesos”, “se rió de mí”, “me cogió un parqueo”.
Y en esa guerra interior que cada uno libra, y que no permite escuchar al otro, solo hay una posible razón: “la mía”. Es ahí donde se fraguan los resultados que cada día nos acorralan más.
Hablamos de las guerras y de los grandes conflictos mundiales, pero no son más que la copa rebosada de la gota que cada uno va llenando con nuestra obstinación y la incapacidad de ver el camino que nos pueda llevar a un destino más armonioso.
La polarización y los extremos nos están llevando por sendas peligrosas, donde estamos perdiendo la humanidad, la hermandad, el respeto y los derechos que como seres humanos tenemos. No tenemos que estar de acuerdo, pero sí debemos respetarnos, buscando el momento de abrazar lo que nos une y no lo que nos separa.