La tranca burocrática, no el nuevo Ministro

Por: Jacqueline Malagón
Una sociedad justa y democrática no puede permitir que se difame sin fundamento a quienes han sido llamados a servir con transparencia. He leído con pesar las denuncias anónimas sobre retrasos en pagos a empleados del Ministerio de Educación, y entiendo perfectamente el malestar de quienes trabajan sin recibir lo justo. Pero también debo decir con claridad: no se puede culpar al nuevo ministro, Luis Miguel De Camps, por algo que no le compete ni depende de su voluntad.
Quienes conocemos por dentro el aparato estatal sabemos que muchas veces la tranca no está en el escritorio del ministro, sino en los múltiples filtros de la burocracia dominicana. Órdenes que se firman con diligencia en menos de 72 horas quedan atrapadas durante semanas —a veces meses— en oficinas como la Contraloría General (que es donde generalmente se tranca), la Tesorería, el Presupuesto o Compras y Contrataciones…, donde el control excesivo se disfraza de cautela y termina saboteando la eficacia.
El ministro De Camps ha asumido esta nueva responsabilidad con el mismo rigor técnico y ético que mostró en el Ministerio de Trabajo. Lo conozco, y sé que no representa el continuismo, sino el compromiso con la transformación. Pero ningún ministro puede avanzar si el sistema lo obliga a caminar sobre lodo. Y, en este caso, el lodo está en el modelo obsoleto de gestión pública que hace lenta y desesperante la ejecución de lo más básico: el salario digno, el viático aprobado, la dieta cumplida.
Lo justo es justo: que se revise el sistema, no que se culpe al servidor que firma lo que le toca y a tiempo. El país no necesita más ruido; necesita más soluciones. Y eso empieza por entender que la burocracia lesiva, no el liderazgo responsable, es la verdadera causa de muchos de nuestros males.