Luego del terremoto financiero del 2008, la primera víctima fue Grecia, habiendo maquillado de manera fraudulenta sus cifras con la ayuda del Banco de Inversión Goldman Sachs para poder entrar al club uro como miembro activo. El mercado como buen vigilante respondió castigando fuertemente al país heleno, haciendo que la refinanciación de su deuda se complique por el aumento del tipo de interés.
Ante este sombrío panorama en medio de una reducción de la calificación de su deuda, huelgas generales y disturbios en todo el territorio, no le quedó a Grecia otra opción que clamar ayuda a la UE; esto llevo a toda una movilización de los 16 países que forman la eurozona junto al FMI para elaborar un plan de rescate por 110,000 millones de euros en la primavera del pasado año, esperando que el país heleno pudiese progresivamente financiarse para el 2012. Pero dada la continua desconfianza de los inversionistas, el ejecutivo griego de Papandreú ya descarta esa eventualidad.
Para poder cumplir con sus obligaciones, el gobierno griego necesitaría al menos 60.000 millones de euros adicionales al plan de rescate del pasado año para mantener operativa la economía. Las reyertas sociales, la desconfianza de los inversionistas y las continuas fisuras políticas hacen del estado griego un cóctel explosivo y con una alta probabilidad de contagio a los demás países de la zona euro, principalmente España.
Ante este panorama, Grecia vislumbra dos opciones: una es un default o impago de la deuda (como el caso Argentino), el cual provocaría un alivio en el corto plazo a las cuentas nacionales, pero llevaría a un colapso del sistema bancario griego, obligando a Grecia a un muy probable abandono de la moneda común. La otra opción sería elaborar un proceso de quitas, es decir acomodar el monto de la deuda, para que sea posible su pago.
Pero dado la interconexión de las economías euro, la caída de Grecia podría arrastrar a las demás economías en peligro, como es el caso de España. Por este motivo, los líderes europeos ya están negociando este segundo rescate para la economía helena, aunque este nuevo rescate tiene en contra a países como el Reino Unido y Finlandia, quienes no desean contribuir con más fondos al rescate de países que consideran: vagos, consumistas y poco competitivos.
La economía helena se aboca a un arduo proceso de reestructuración de su deuda. Lamentablemente los países europeos se han mal acostumbrado a que la única manera de suplir sus necesidades económicas es acudiendo al mercado de capitales, y ante el cierre del financiamiento producto de la desconfianza de los inversionistas, el futuro griego está en manos de sus hermanos ricos, quienes en aras mantener la estabilidad de la moneda común no tienen otra opción que mantener a flote esta economía que por tantos años se sostuvo con una alta deuda pública, déficit rampante, desempleo y paupérrimas políticas.