La sociedad de la trivialidad

La sociedad de la trivialidad

La sociedad de la trivialidad

Un niño murió en Santiago al recibir un disparo hecho por un policía lo cual pone de manifiesto la falta de entrenamiento y la ligereza para manipular un arma letal por parte de las autoridades policiales.

Esa trágica historia termina derivaba en una discusión de si a las personas que hacen grandes inversiones en equipos de música para sus automóviles (autodenominados musicólogos) se le debe permitir hacer estruendos en los lugares públicos. Incluso hasta una reunión de un grupo de ellos se produjo en la Plaza de la Bandera para exigir que se le permita poner su música a todo volumen.

Una adolescente en Higüey muere desangrada por un desgarre vaginal producido por un adulto que la sedujo, acto calificado claramente por el código del menor como una violación sexual sin que se pueda alegar consentimiento.

La joven empezó a registrar un fuerte sangrado, sus acompañantes hicieron un largo recorrido con ella parándose en algunos negocios hasta que finalmente la dejaron en su casa sin que recibiera atenciones médicas y que nadie se percatara del peligro que corría.

La triste historia de la adolescente se ha encarrilado en si ella era virgen o no, o si vestía de manera provocadora o si se tomaba fotos en muchos lugares de diversión como si ella fuera la culpable de su desgracia.

Como puede verse, son dos casos tristes con profundas aristas que han terminado en los trivial y superficial.
Para colmo de males, durante cuatro días se entretuvo al país con la historia de un mapache encontrado en Cristo Rey, suceso al que se le prestó más atención que a las tragedias reales. Incluso, hasta el propio presidente de la República fue objeto de una pregunta periodística sobre el mapache, como si realmente se tratara de un ‘asunto de Estado’.

Como sociedad tenemos que evaluarnos porque no andamos por el camino correcto.



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