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La ropa del emperador

La madrugada del 14 de agosto de 2025, tras cinco años de espera y siete horas de vigilia, los dominicanos conocimos la sentencia del primer gran caso de corrupción llevado por quienes hoy dirigen el Ministerio Público.

En el órgano persecutor cayó como un balde de agua fría puesto que, pese a lograr la condena de su principal perseguido, Alexis Medina, el tribunal descargó a los otros cuatro imputados más relevantes. De las condenas que sí obtuvo, la mitad corresponden a personas que, convencidas de que el Ministerio Público arrasaría en los tribunales, llegaron a acuerdos y no se defendieron.

Es este el caso que dio origen a la malhadada frase “duerman con ropa”. Una forma de burlarse de los posibles imputados y advertirles de que podían ser objeto de desconsideraciones como la sufrida por el exministro de Salud, Freddy Hidalgo, quien, durante su arresto una madrugada delante de sus de sus hijos, debió implorar que le permitieran vestirse.

Es irónico que fuera otra madrugada cuando las juezas del caso establecieron que no se le probó ninguna falta penal. Con ello, y con su comportamiento durante el proceso, quedó demostrado que la pasión por la aparatosidad y el abuso permanente de las solicitudes de prisión preventiva es desmedida e innecesaria. Un espectáculo con el cual se pretende escandalizar a la opinión pública y con ello presionar a los tribunales. Nada más, aunque no es poca cosa.

Las críticas de las juezas al Ministerio Público reflejan las que en su momento le hiciera el juez que conoció la solicitud de medida de coerción y muchas personas conocedoras del debido proceso.

Predeciblemente, desde que se hizo pública la sentencia los defensores incondicionales del Ministerio Público intentaron quitarle relevancia al revés sufrido, muchos responsabilizando a las juezas y tratando de relativizar el derecho a la presunción de inocencia. Parecen ignorar que su proceder es abono para el resurgimiento del autoritarismo.

Falta mucho camino por recorrer, y la sentencia no es definitiva. Sin embargo, es un varapalo indiscutible y hace estallar definitivamente el aura de inevitabilidad que sirvió de excusa para justificar los excesos convertidos en regla.

Durante cinco años el Ministerio Público ha ejercido su imperio sobre la vida y reputación de aquellos que considera adversarios. Pero lo que sabemos hoy es que, como en la fábula de Hans Christian Andersen, el emperador se pasea desnudo.

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