
Cuando comencé a estudiar la carrera de economía allá por los años 80 en la UASD, la cual atrajo a un sinnúmero de estudiantes dado que se puso de moda, por la influencia del Fondo Monetario Internacional y sus intervenciones recetarios para enderezar las finanzas nacionales que todo el mundo sabe cómo acabó esa historia, con la poblada trágica de abril de 1984.
Al leer a David Ricardo gran exponente inglés de la escuela clásica en su obra maestra “Principio de economía política y tributación” y su tercera edición (1821) leí el capítulo Sobre la maquinaria donde expresa su visión tal y como la estamos viviendo en el 2025 dos siglos después, él analizó el impacto de la tecnología y la mecanización en las clases sociales, concluyendo que puede generar desempleo y perjudicar a los trabajadores si los capitalistas reducen el fondo salarial para financiarla.
Vamos al presente para analizar esta problemática en detalle. Dicen muchos analistas que el mundo ha entrado en “en una segunda era de las máquinas. Cada cierto tiempo aparece una aplicación de la inteligencia artificial y de robótica, vehículos de reparto automatizados, enseñanza electrónica y calendarios auto programables, computadoras que sustituyen a personal como los asistentes jurídicos y automóviles que no necesitan conductor. Karel Capek autor checo en 1921, un siglo después de Ricardo, concibió un robot como una máquina inteligente imposible de diferenciar de un ser humano.
Diferentes versiones. Los análisis económicos de la tecnología, el crecimiento y la distribución se dividen en dos campos. Unos dicen que los avances tecnológicos incrementan la productividad lo cual resulta lógico, y por ende el producto por persona, a pesar de los costos transicionales ya que desaparecen algunos empleos, pero el efecto global es una mejora del nivel de vida.
La otra parte, más pesimista se enfoca en lo dicho por los perdedores “parte del aumento de la desigualdad observado en muchas economías desarrolladas en las últimas décadas podría ser el resultado de la presión tecnológica. En las economías avanzadas, la revolución informática reduce la demanda relativa de empleos básicamente las referidas a las tareas rutinarias (físicas o mentales) en las líneas de producción. Como consecuencia los sueldos de los empleados menos preparados han caído en muchos países.
Ahora bien, ¿Qué pasa cuando introducimos los robots? Cómo encajan los robots inteligentes en un modelo económico que suponen que ellos son un tipo diferente de capital un buen sucesor de los trabajadores humanos. Los macroeconomistas por lo general piensan que la producción es el resultado de la combinación de trabajo, tierra y capital eso nos ensenaron con el Manual (Curso, Tratado) de Economía Moderna de Samuelson de la cual guardamos gratos recuerdos.
O sea, el capital físico (máquinas y estructuras públicas y privadas) y el trabajo, pero ahora es lógico pensar en los robots como un nuevo tipo de capital físico que, de hecho, engrosa la mano de obra (humana) disponible. Por ejemplo, la producción va a seguir requiriendo edificios y carreteras, pero ahora los humanos y los robots podrán trabajar juntos.
Qué ocurre cuando este capital robótico llega alcanzar un grado de productividad que triplica y que son sustitutos cuasi perfectos de la mano de obra, lo bueno es que el producto por persona aumenta, pero lo malo es que la desigualdad se agudiza, por muchas razones veamos lo primero es que los robots incrementan la oferta efectiva total de trabajo (humanos más robots), lo cual hace bajar los sueldos. Segundo como ahora es rentable invertir en robots, se reduce la inversión en capital tradicional, como edificios y maquinaria convencional, lo cual reduce aún más la demanda de quienes trabajan con ese capital tradicional.
A medida que aumenta la cantidad de robots, sube el rendimiento del capital tradicional y estos no consumen, lo único que hacen es producir. Es decir, cada vez hay más productos para los seres humanos (los chinos y japoneses lo saben perfectamente). Entonces los sueldos bajan no solo en términos relativos sino también absolutos a pesar del aumento de la producción. La demanda aumentará hasta satisfacer la mayor oferta de bienes producidos gracias al avance tecnológico y los trabajadores buscarán nuevos empleos.
Thomas Piketty economista francés nos recuerda que la participación del capital es un factor determinante básico de la distribución del ingreso. El capital ya está distribuido de manera mucho más desigual que el ingreso en todos los países. Dado que la introducción de los robots incrementaría la participación del capital indefinidamente y la distribución del ingreso sería cada vez más desigual.
La particularidad económica de los robots. La singularidad económica en la cual el capital acapara la economía en su totalidad y el trabajo queda excluido recuerda a otra hipótesis de la singularidad tecnológica de Raymond Kurzweil (2005) en la cual las máquinas inteligentes llegan a un punto tal de sofisticación que son capaces de auto programarse iniciando un nuevo crecimiento vertiginoso de la inteligencia artificial.
Aunque nuestro análisis está dirigido en la singularidad de naturaleza económica no tecnológica lo que el foco está puesto en cómo un pequeño aumento de la eficiencia de los robots podría provocar una acumulación sostenida del capital en donde los robots acaparan la economía en su totalidad, no un crecimiento auto sostenido de la inteligencia de los robots.
El capital robótico tiende a reemplazar a los trabajadores y a comprimir los sueldos, y en un comienzo el desvío de la inversión hacia los robots agota la oferta de capital tradicional que contribuye al avance de los sueldos. Pero la diferencia con los humanos reside en los talentos especiales que son valiosos y productivos a medida que se combinan con esta acumulación gradual del capital tradicional y robótico. Llegado cierto momento, el aumento de la productividad de la mano de obra compensa el hecho de que los robots están reemplazando a los humanos, y los sueldos suben (junto con el producto).
La gente es diferente, un robot no puede reemplazar a un economista ni a un periodista es que no todo el trabajo es igual. Hoy día los cursos masivos en línea amenazan con reemplazar a profesores auxiliares y podrían ponen en peligro la docencia. Aun así, muchos trabajos parecen estar fuera de peligro por el momento.
Por esta razón es bueno dividir a los trabajadores en “calificados” y “no calificados”. Los primeros no son muy sustituibles por robots, sino que los usan más bien para aumentar su propia productividad, los segundos son muy sustituibles. La creatividad será un arma esencial y difícil para los robots. Los sueldos de los trabajadores calificados subirán en relación con los trabajadores no calificados ya que ese grupo será más productivo en combinación con los robots.
La desigualdad aumentará por dos razones fundamentales: la productividad y los salarios reales de los trabajadores calificados que aumentarán constantemente, a diferencia de los pocos calificados que pierden rotundamente ante los robots. Esta era de la robótica también afectará el comercio internacional y empujará a la baja de los sueldos relativos entre los países.
Finalmente, todo apunta a la importancia de una educación que promueva el tipo de creatividad y de aptitudes que no desaparecerán frente a las máquinas inteligentes, sino que las complementarán. Esa inversión en capital humano podría mejorar los sueldos promedio y reducir la desigualdad.