
Entre las grandes desgracias que pesan sobre Haití y, desde luego, sobre los haitianos a donde quiera que se hayan ido, está el que la “comunidad internacional”, de la que tanto se espera para ayudarlos a salir del agujero en el que han caído, ni siquiera en los foros se pone de acuerdo acerca de lo que se debe hacer.
Cuando se dice “comunidad internacional” se piensa, antes que en cualquier otra instancia, en la ONU, que tiene hoy su Asamblea General y es posible que algunos de los discursos y conversaciones traten de Haití.
Es el caso, sin embargo, de que nadie siente la crisis como los haitianos. Y fuera de ellos, nadie la padece como los dominicanos.
En algunos países, como Chile, Brasil, México… y el propio Estados Unidos, se puede tener una vislumbre de lo que implica para el país, el Estado y el pueblo de los dominicanos tener al lado a un Estado como barco que se hunde.
¿Puede la “comunidad internacional” hacer algo para ponerle remedio a la crisis? En República Dominicana creemos que sí, pero ayudar cuesta y a la hora de grandes decisiones como estas el argumento definitivo es el costo.
Entre algunos líderes dominicanos, incluido el presidente Luis Abinader, se ha insistido desde hace bastante tiempo en que la crisis haitiana no tiene una solución dominicana.
De esta afirmación, repetida muchas veces, se puede concluir que en instancias bilaterales o multilaterales ha sido planteada una participación más comprometida de instituciones dominicanas en alguna vía de solución.
Entre las grandes dificultades de colaborar desde fuera con Haití debe estar el cómo hacerlo y con quién.
Ya hemos visto en el pasado esfuerzos como el de la Minustah, que durante once años intentó sentar las bases de una fuerza de orden público y seguridad tirada a poco por la borda.
Ahora es el caso de la misión policial de Kenia, que llega a su fin. ¿Saldrá de esta Asamblea de la ONU otra solución superficial como aquella?