La mujer que salvó la vida de mi padre

La mujer que salvó la vida de mi padre

La mujer que salvó la vida de mi padre

Claudio Caamaño Vélez

Cuando mi padre entró a la capital a mediados de abril de 1973, se le conocía como “el guerrillero solitario”.

Desde el 22 de marzo, cuando cayeron sus últimos compañeros en Los Mogotes de Villa Altagracia, quedaba como la última resistencia de la guerrilla de Caracoles.

Era la persona más buscada por el régimen criminal de Balaguer. Todas las fuerzas represivas andaban tras él. Vivo o muerto… Preferiblemente muerto.
Al llegar a la ciudad contactó vía telefónica muchas personas que le dieron la espalda. Al escuchar su voz colgaban de inmediato.

Finalmente se le ocurrió llamar a una señora, que si bien no estaba dentro del listado de contactos para esos fines, era conocida por su espíritu revolucionario y su elevada solidaridad.

Cuando contestan el teléfono pregunta: “¿Se encuentra doña Teide?”. La joven que contestó le dice que estaba durmiendo la siesta. Él insiste que es algo importante, que por favor la despierte.

Mi padre conocía desde niño a doña Erasteide Guerrero de Paniagua, quien era amiga de mis abuelos; también mi padre era muy amigo de su hijo mayor. Cuando ella toma el teléfono, mi padre le dice: “¿Como está usted doña Teide? Es el hijo de Antonia (mi abuela)”. Ella responde: “Oh, Cuqui (hermano menor de mi padre)”. Él le contesta: “No, el otro”.

“Muchacho, cuánto tiempo ¿Cuándo vas a venir a visitarme?”, le dice doña Teide, que ya sabía bien con quien hablaba. “Puedo ir hoy”, responde mi padre. “Aquí te espero”. Así fue como esa dama acogió en su casa al hombre más buscado en todo el país. Poniendo en juego su vida y la de su familia.

De esa casa, ubicada en la Bolívar casi esquina Doctor Báez, se realizaron los trámites para su asilo en la embajada de México.
Esa señora, a quien nuestro padre nos enseñó a llamar abuela, y que siempre nos recordaba que le debía su vida, murió el día de ayer, a sus 97 años.

En medio de las lágrimas hice este escrito, con algo de dolor, pero con mucho orgullo. Descansa en paz abuelita “Teide”.



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