Cada día nos enfrentamos ante el reto de tomar múltiples decisiones, muchas de las cuales tendrán consecuencias en nuestras vidas o las de otros.
Seguro que has escuchado que la mejor forma de actuar es con inteligencia, pero ¿a qué se refiere esa supuesta inteligencia, a la innata de nuestra genética o a la que aprendemos en el día a día?.
Sea cual sea la que utilicemos para elegir las normas que regirán nuestras vidas, tengamos presente que en unas nos equivocaremos y en otras triunfaremos. Sin importar estos resultados debemos aprender a pensar en cómo nuestras decisiones pueden perjudicar a los demás y qué tanto ganaremos con el sufrimiento de otros. Siempre me he regido por la norma de no hacer al otro lo que no quiero que me hagan a mí, no es tan difícil, les aseguro que es más reconfortante pensar las cosas de esta manera que actuar de manera irreflexiva e impulsiva.
A muchos les pudiera funcionar esta forma de actuar, pero a la larga, les aseguro que el peso es una carga imposible de llevar en los hombros y la factura, tarde o temprano, llegará con intereses.
Aunque en estos tiempos las cosas caminan de una manera contraria a los valores morales, espirituales y éticos, tengamos presente que somos nosotros quienes permitimos esto al formar parte de los grupos que se mueven con el viento que otros soplan.
Seamos autónomos, escuchemos a los demás, sí, pero aprendamos a actuar por nosotros mismos y sin hacer mal a los demás.