La literatura como arma contra el olvido
Por Ynoemia Villar *
La lectura de una novela siempre llega acompañada de un aliciente para el alma. En la novela romántica nos adentramos en las vidas amorosas de sus personajes, perdiéndonos en las urdimbres que nos llevan muchas veces a un final feliz. Y, en nuestra propia búsqueda de la felicidad, reímos y lloramos ante las vicisitudes que viven sus personajes. Si el desenlace final no es feliz, como es el caso de Romeo y Julieta, del inglés William Shakespeare, o Ana Karenina, del ruso León Tolstoi, entonces lloramos con ellos su desgracia o quedamos ansiosos en espera de que el autor o la autora se apiade de nosotros y nos regale una segunda parte donde el amor sea el ganador. Esto, porque en las novelas románticas la primicia es que los buenos terminen ganando y los malos sean castigados.
No ocurre lo mismo con una novela histórica. En esta, el peso de lo real nos lleva de principio a fin no sólo por las tragedias de sus personajes sino, muchas veces, también por las luchas de un pueblo.
Este es el caso de la novela Silvana, de Juan A. Osorio Gómez, publicada en 1929.
Según el escritor escocés Walter Scott (1771-1832), convertido en padre de la novela histórica en 1823 con la publicación de su novela Ivanhoe (aunque lo hizo inspirado en la escritora alemana Benedikte Naubert, quien publicó, anónimamente, más de cincuenta novelas históricas), se necesita una distancia oportuna de unos setenta años para que un hecho pueda ser novelado. Juan Osorio rompe con este precepto al escribir Silvana, pues apenas habían pasado trece años después de empezar la primera intervención militar yankee a República Dominicana; y escasos cinco años de haber formalmente finalizado dicha intervención (si es que queremos creer que la intervención terminó, pues aún hoy día continuamos intervenidos de una forma u otra), cuando su libro vio la luz.
De acuerdo con Ana García Herranz en su ensayo “El concepto de la novela histórica” esta no es más que “La incorporación de un determinado material histórico en la ficción que esa novela desarrolle”. Y eso es precisamente lo que hace Osorio: toma el contexto histórico de la intervención (1916-1924) para mostrarnos, a través de sus personajes, los efectos desgarradores de dicha intervención. Pero Juan Osorio va más lejos. No sólo basa su novela en un hecho histórico que todo dominicano conocía y acababa de vivir, sino que toma una tragedia familiar dentro de ese hito, un acontecimiento real, para mostrarnos las atrocidades vividas bajo las botas intervencionistas por un pueblo que sólo anhelaba trabajar y ser feliz.
En Silvana vivimos de principio a fin los horrores de la intervención. Su primer capítulo nos anuncia lo que viene: “Noviembre agonizaba… Y con el agonizaba la libertad de todo un pueblo”. La intervención llevaba seis meses y ya las botas yankees depredaban nuestros campos en busca de guerrilleros que a ellos les dio por nombrar “gavilleros”. Es durante esta búsqueda implacable que los intrusos interventores rastrean nuestros campos y llegan hasta Ojo de Agua, Salcedo, donde dieciséis años antes nace la heroína de esta historia: Ana Silvia Infante (Silvana). ¡Grata coincidencia!, pues a dos años de terminar la intervención nace precisamente ahí Minerva Mirabal.
Juan Osorio, al construir su novela histórica, no se conforma con usar el hecho espeluznante de la intervención. Utiliza la historia desgarradora de una familia de carne y hueso que vivió los suplicios de la guerra de la forma más dolorosa.
Al mostrarnos la familia de Rosendo Infante, Osorio nos adentra en esa época de hace más de un siglo, en cómo vivían los campesinos, los aldeanos: humildes, laboriosos y, sobre todo, rebosantes de amor para sus crías y su tierra. Pero llega la bota yankee representada por el capitán Buckalew y lo que había sido una común rica se convierte en “lóbrego cementerio”, nos dice Osorio.
Y la familia de Rosendo ya no será la misma.
Silvana y Pedro, un joven de la común, se enamoran y se casan. Mas, Osorio nos cuenta que esta hermosa pareja de enamorados “no pudo entregarse libremente a saborear las dulzuras de la luna de miel, porque en esa misma época vinieron a desparramarse sobre la placidez de esos campos las hordas atilanas del becerro de oro”. Llega el “engreído y soberbio” capitán Buckalew y con él el dolor se esparce por toda la comarca. Los campesinos huyen despavoridos hacia la ciudad, los que se quedan cierran sus casas al anochecer. Osorio nos cuenta que las aves huían y las cosechas se perdían. Campesinos apresados y torturados por doquier. Y nos explica cómo fue precisamente ese maltrato el que creó la rebeldía en quienes los invasores dieron por llamar “gavilleros”.
Como era de esperarse, Rosendo no fue una excepción. Una tarde, mientras baja de su aserradero, es apresado, torturado y ocho días más tarde asesinado por no delatar la ubicación de “gavilleros” que quizás no conocía. Silvana sufre junto al calabozo de su padre el encierro de este y presencia su asesinato. Y como si eso fuera poco, también Pedro, su esposo, es apresado y asesinado por los intrusos.
El dolor se apodera de Silvana de forma tal que deja de ingerir alimentos. Y muere atropellada por un vehículo mientras deambulaba por las calles. Como certeramente nos dice Virtudes Álvarez, es la primera mujer dominicana que sabemos ha hecho huelga de hambre; aun sin saberlo. Yo agregaría que la mató la tristeza y la impotencia. La mató el intervencionista yankee con sus métodos despiadados de avasallar los pueblos. Pero como todas las heroínas, Silvana no murió; renace cada vez que un dominicano o dominicana conoce su historia a través de la pluma de Juan A. Osorio Gómez. E ahí la importancia inconmensurable de la novela histórica.
Osorio hace su novela más creíble al tomar un relato histórico-contemporáneo. Habla de su tiempo. De ahí que los hechos no le sean indiferentes; convirtiéndola en visión política. El escritor se distancia de la historia oficial. Sabe que la verdad es otra y no titubea en tomar su pluma para documentar, denunciar e inventar. Está dentro del tiempo histórico que crea, lo cual le impide mentir, pues de hacerlo, ahí estaba la memoria colectiva de todo un pueblo, y en particular, en el caso de Silvana, la memoria colectiva de los habitantes de Ojo de Agua. Ellos conocían a la familia de Ana Silvia (Silvana), tenían la capacidad de diferenciar qué de cierto había en la novela de Osorio. Por eso, aunque en forma novelada, nos deja un retrato desgarrador de nuestra historia.
E aquí el aporte de Osorio en usar la literatura como un arma contra el olvido. Según el lingüista español Amado Alonso (1896-1952), la novela histórica es dual: historia/literatura, realidad/ficción. Osorio utiliza todas las herramientas a su alcance. Aunque por ser una historia tan reciente a su escritura, desgarre el corazón del artista y sus lectores.
Honor a Juan A. Osorio Gómez, ejemplo de una pluma comprometida con la verdad. Y honor a nuestra Virtudes Álvarez por no permitir que la historia de Silvana quede en el olvido.
Muchas gracias.
*Escritora dominicana, oriunda de Baní. Egresada de la Universidad de Hostos Community College, con maestría en Literatura Hispana y del Caribe, en City College. Entre sus obras publicadas cuentan: Yo, María la Virgen (novela); Hubo una vez; De mujeres y vampiros: Armagedón; María de nadie y otras.
22 de marzo, 2019. Presentado en el Centro Cultural Perelló, Baní, Rep. Dom. El 22 de marzo, 2019, en el simposio “Mujeres en la historia”, auspiciado por la seccional de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP).
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