Francis Drake fue un famoso corsario que dejó una huella imborrable en la historia del Nuevo Mundo. Este es un breve relato acerca de su invasión a Santo Domingo, la batalla, el saqueo, y el desesperado intento de los dominicanos españoles por defender lo que era suyo.
En la playa de Guibia, cuando apenas se asomaba el amanecer, un grupo de 150 hombres dominicanos se preparaban para defender su tierra. Eran hombres sencillos, sin entrenamiento militar, pero de un valor extraordinario. Estaban dispuestos a dar su vida por su querida ciudad de Santo Domingo. A lo lejos, un horizonte oscuro se perfilaba, anunciando la amenaza de invasión que ya conocían: la flota del temido corsario que se aprestaba a atacar la ciudad.
Las fuerzas de Drake llegaron abrumadoras y avasallantes. Con cada ola que golpeaba la playa, llegaban más invasores. Los defensores lucharon con valentía, pero fueron superados. Muchos cayeron, sus vidas entregadas en ese último acto de resistencia.
El eco de la batalla se esfumó, dejando solo el sonido del avance de los invasores. En gran número, avanzaban hacia la ciudad. No quedaba nada que pudiera salvar a Santo Domingo. En la lejanía, las campanas de las iglesias repicaban en un lúgubre anuncio. La ciudad, impotente y en duelo, esperaba su destino.
La invasión de Francis Drake a Santo Domingo
En 1585 estalló en Europa un conflicto bélico de gran envergadura entre Inglaterra y España, conocido como la guerra anglo-española, que con algunas intermitencias duró 20 años. Diversos motivos de carácter religioso, económico y político provocaron ese prolongado enfrentamiento entre los reinos de Isabel I, de Inglaterra, y Felipe II, de España.
Las diferencias en las confesiones cristianas de ambas naciones alimentaron el conflicto: Inglaterra era protestante y España, católica. Estas creencias no solo afectaban su vida espiritual, sino que a menudo dictaban sus actitudes y acciones opuestas.
Económicamente, Inglaterra, junto con otras potencias emergentes como Portugal y Francia, se sentía en desventaja. La expansión territorial y el acelerado crecimiento económico del imperio español, que prosperaba a expensas de sus colonias en el Nuevo Mundo, suscitaban una creciente inquietud en estas naciones.
En el plano político, Inglaterra, además, decidió brindar su apoyo a los países bajos que luchaban por su independencia respecto de España y se hallaban enfrascados en la llamada guerra de los ochenta años.
Respondiendo a tensiones crecientes, la reina Isabel I de Inglaterra designó a Francis Drake, un corsario y contrabandista, para liderar una expedición con el propósito de hostigar a la monarquía española, primero en su territorio y luego extender los ataques a sus posesiones en las Indias Occidentales.
Pero, ¿Quién era en realidad Francis Drake? En España y en las Indias Occidentales, se le veía como un mero contrabandista y pirata, un ladrón de los mares. Sin embargo, en Inglaterra, Drake había ascendido hasta convertirse en una celebridad nacional, forjando una impresionante carrera náutica al servicio de su país.
Drake, lejos de ser un principiante en tales empeños, ya contaba con vasta experiencia en dichas latitudes. Había participado en expediciones anteriores bajo el mando de un pariente suyo, el también pirata y corsario John Hawkins. Entre 1562 y 1580 los dos habían navegado por el Caribe, comerciando con esclavos negros y saqueando navíos y poblados españoles.
Francis Drake fue un explorador notable que alcanzó prestigio internacional en el ámbito de la navegación al ser el primer inglés en circunnavegar el globo, una proeza que Juan Sebastián Elcano fue el primero en realizar, junto a las 17 personas que le acompañaron. Estos hombres fueron los únicos que regresaron a España de la expedición que Fernando de Magallanes había comandado 3 años antes para alcanzar las islas de las especias.
En virtud de sus hazañas y destrezas como hábil navegante de la Marina Real Inglesa, la Reina Isabel I le otorgó a Drake el título de Sir y Caballero de la nobleza británica. Su escudo llevaba la frase latina «Sic parvis magna» o «La grandeza nace de pequeños comienzos».
El 14 de septiembre de 1585, al frente de una flota compuesta por 23 navíos y más de 2000 hombres bajo su mando, Drake partió del puerto de Plymouth hacia el Nuevo Mundo. Pero antes, en su camino, se ocupó de atacar y saquear la costa oeste de Galicia y las islas de Bayona; después continuó hacia las Islas Canarias, donde no tuvo el mismo éxito.
Es probable que las acciones de Drake jugaron un papel crucial en la intensificación del conflicto conocido como la Guerra Anglo-Española. Su plan original, conforme a las directrices reales, era perturbar la seguridad y prestigio de España en sus colonias del Nuevo Mundo, razón por la cual la flota bajo su mando mantuvo su curso hacia la isla Española en el archipiélago de las Antillas, que los ingleses suponían que atesoraba grandes riquezas en oro y plata, así como una gran variedad de especias exóticas.
Según las crónicas históricas, el 10 de enero de 1586, un barco dominicano alertó a los habitantes de la ciudad capital sobre la presencia de una numerosa flota de navíos ingleses cerca de Punta Caucedo, al este de la isla.
En respuesta a la alerta, las autoridades coloniales enviaron un emisario para determinar si los recién llegados eran amigos o enemigos de España. Santo Domingo, hasta ese momento, nunca había experimentado ataques extranjeros, lo que llevó a los colonizadores a suponer equivocadamente que los navíos simplemente estaban de paso, probablemente en ruta hacia Tierra Firme.
Sin embargo, el corsario Francis Drake tenía otros planes. Al constatar que no era posible asaltar y tomar la ciudad desde el mar, decidió atracar en una playa cercana al poblado de Haina, a unos 20 kilómetros de la sede del gobierno colonial. Allí desembarcaron más de 1500 soldados, que se aprestaron para marchar hacia la ciudad de Santo Domingo, dispuestos para el conflicto.
Cuando tuvo lugar la invasión de Drake, la Española tenía una población muy reducida: cerca de 6,000 residentes y unos 8,000 esclavos distribuidos por la isla. Santo Domingo apenas tenía más de 2,500 habitantes, ubicados tanto dentro de las murallas como en poblaciones cercanas. Sin un ejército bien armado, las milicias coloniales carecían del equipo y munición necesarios para poder presentar una defensa efectiva.
El asalto a la ciudad comenzó el 14 de enero. Alrededor de 150 hombres intentaron detener la marcha de los invasores en la playa de Guibia, pero el enfrentamiento resultó en una derrota para los criollos, quienes tuvieron que retirarse y pronto abandonaron la ciudad junto con las principales autoridades.
Desde sus nuevas posiciones, sin embargo, los dominicanos alertaron a las demás poblaciones del interior sobre la invasión inglesa y también solicitaron ayuda militar a las administraciones coloniales de Puerto Rico y Cuba, pero no tuvieron éxito.
Sin resistencia, Francis Drake se apoderó de Santo Domingo por espacio de un mes y durante ese espacio de tiempo los invasores causaron enormes daños: prendieron fuego a casas, saquearon los objetos de valor que pudieron encontrar. La catedral primada de América fue profanada y convertida en cuartel general, almacén y cárcel. Se apoderaron de valiosas obras de arte y del tesoro del templo. Además, destruyeron otras iglesias y conventos, cuyo mobiliario, junto con los archivos oficiales, también fueron reducidos a cenizas.
Al cabo de un mes de tropelías, Drake negoció con el gobernador Ovalles y otros vecinos la liberación de Santo Domingo a cambio de un rescate de 200,000 ducados. Para la pequeña población local, reunir tal suma era un desafío monumental. Finalmente, acordaron pagar 25,000 ducados, una cantidad reunida con gran esfuerzo por los pobres habitantes, para recuperar la ciudad.
El 10 de febrero de 1586, los ingleses partieron de Santo Domingo, dejándola en ruinas. A su regreso, quemaron Cartagena de Indias y destruyeron San Agustín, en La Florida. Se dice que Drake regresó a Inglaterra con un botín estimado en más de 600,000 libras esterlinas. Dos años después, como Vicealmirante, Drake fue clave en la victoria británica sobre la Armada Invencible de Felipe II en 1588.
En sus posteriores expediciones por las Indias Occidentales, Francis Drake murió en 1596 cerca de Portobelo (hoy Panamá), quizás víctima de envenenamiento. Su cuerpo fue arrojado al mar
Francis Drake, un marinero y corsario, es un personaje polémico, admirado y condenado a partes iguales. En Inglaterra, es venerado como un audaz explorador que logró circunnavegar el mundo. Pero en Santo Domingo, su legado es sinónimo de destrucción.
La invasión de Drake en 1586 fue un desastre para Santo Domingo, dejando la ciudad arruinada, económica y moralmente. La ciudad todavía lleva las cicatrices de aquel devastador golpe, que despojó a sus habitantes de riqueza y seguridad.
Aunque Sir Francis Drake es una figura célebre en la historia británica, su fama contrasta con el sufrimiento que causó en Santo Domingo. Su vida, llena de audacia y logros, es oscurecida ante la devastación que dejó a su paso. Y mientras Inglaterra se regocija en su leyenda, Santo Domingo todavía lleva las huellas de su paso, un doloroso recordatorio de que la grandeza de uno puede ser la perdición de otros.