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La informalidad y el encierro entre nosotros

Entre los riesgos a los que se exponen las personas que se van a las calles en días como estos está el de
entrar en un renglón, todavía por establecer, de los damnificados por los efectos indirectos de la tormenta tropical Melissa, anunciada con bastante anticipación desde el COE y desde la sede del Gobierno Central.

Nadie, con el sentido o el instinto de la preservación en un estado óptimo, debería estar en medio si no es por una urgencia médica o alguna otra diligencia inevitable para su seguridad o la de los suyos.
Se explica en los casos de quienes ven en riesgo su integridad por cursos de agua, derrumbes o inundaciones.

Sin embargo, ha sido dicho tantas veces que la economía dominicana tiene un grado de informalidad por encima de la media, que todos vivimos convencidos de una extendida vida social, cultural y humana para la que existen reglas particulares por todas partes.

En un documento reciente —Las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas en República Dominicana, 2022-2023— elaborado por el Banco Central y el Ministerio de Industria y Comercio, se nos dice que en el país existían para entonces poco más 404 mil micro, pequeñas y medianas empresas y que sólo el 14% estaban formalizadas. Un cálculo simple deja ver que los investigadores encontraron apenas 56 formalizadas.

Estos hallazgos pueden ser aprovechados para mirar en muchas otras áreas de la vida nacional, porque lo que ocurre en este sector tan importante de la vida económica al por menor es, apenas, un reflejo de lo que somos.
Desde el Gobierno, desde cualquier expresión de gobierno, debe ser tomada en cuenta esta inclinación a la informalidad, no sólo para reorientarla, también para dirigir con inteligencia.

Parece improbable que quien se rija por la informalidad pueda estar mucho tiempo en casa, no importa que estén pasando grandes tormentas por el entorno.

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