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La imposible ruta electoral en Haití

Haití, según los discursos y las proposiciones, debió de haber tenido elecciones este año para escoger a congresistas y presidente, pero al día de hoy nadie puede valorar el incumplimiento del anuncio como una falta.

Igual, nadie al término del año 2026 podrá considerar un engaño de las actuales autoridades de facto una nueva posposición de fecha para las elecciones.

Una democracia como la que se quiere para Haití sólo puede ser llevada a término bajo algunas condiciones, como la pacificación, satisfacción de necesidades urgentes como seguridad, alimentos, techo y estabilidad, que no están presentes hoy, no lo estarán para lo que resta de 2025 ni parece que podrán estarlo para el año que viene.

Pensar que allí pueden ser montados unos comicios es un exceso. Decir que serán organizados pronto debe ser un calmante para políticos o una forma de perder un tiempo y unas energías que debieran de ser orientados en algo de más provecho.

Bajo mejores condiciones, cuando fue elegido el presidente Jovenel Moïse en 2016, votó el 21 % de quienes debían de estar en condiciones de hacerlo. Esta cifra obliga mirar desde la otra perspectiva: la abstención fue de 79 %.

Hablar de legitimidad de un mandato salido de urnas a las que ha acudido un quinto de la población en condiciones de elegir es una necedad.

Las urgencias de Haití y de los haitianos pasan, desde luego, por tener un buen gobierno, pero ni siquiera esto ha sido posible en un país devastado por una forma de guerra civil que diezma a los civiles y desafía permanentemente a las autoridades.

Parece que los líderes haitianos, en quienes han creído desde otros Estados para enfrentar la profunda crisis de aquel país, deben pensar seriamente en lo que deben hacer para mantener esta confianza y dejar el tema electoral para tiempos mejores.

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