“La importancia del desarrollo de buenas prácticas de crianza en la familia durante la primera infancia”.

“La importancia del desarrollo de buenas prácticas de crianza en la familia durante la primera infancia”.

“La importancia del desarrollo de buenas prácticas de crianza en la familia durante la primera infancia”.

*Por Paulette Peterson

Promover el desarrollo integral de los niños y niñas, así como mantener un ambiente de protección, amor y respeto en el hogar, son los ingredientes principales para proporcionarles una educación óptima. Para lograr esto, se pueden llevar a cabo distintas acciones bajo la implementación de una crianza positiva, libre del castigo físico y del trato humillante, evitando así, lesionar la integridad física y emocional de los infantes.

Las prácticas de crianza, tanto dentro del hogar como en la escuela, adquieren especial importancia durante la primera infancia ya que tienen efectos en la manera en que los niños y niñas van formando su identidad, descubren el mundo exterior y aprenden a relacionarse con sus pares. Con estos modelos educativos, los padres, madres y tutores no solo pretenden modular y orientar las conductas de los infantes en la dirección que ellos valoran y desean, sino también ofrecer un espacio seguro que permita el niño o la niña explorar el entorno y regresar confiado en que será recibido con afecto, protección, tolerancia y cuidado (Ramírez, M; 2005).

La primera infancia es la etapa del ciclo de la vida donde los niños y niñas aprenden a socializar, partiendo de la forma en la que sus figuras de apego y cuidadores principales socializan con ellos. Un niño o una niña que recibe un trato amable por parte de sus figuras más importantes, no sólo va a replicar esa manera de dirigirse a sus pares y otros adultos, sino que también va a aprender sobre la forma en la que debe ser tratado por otros al salir al mundo exterior. De lo contrario, si el trato que recibe es de agresividad, irrespeto, y etiquetas descalificantes hacia su persona, los efectos hacia el futuro pueden resultar en dificultades para diferenciar cuándo está expuesto a una demostración de afecto y cuándo supone ser una situación de maltrato.

Distintos expertos han demostrado que una crianza basada en la violencia, boches, insultos y pelas, no educa, ya que solo conduce a los niños y niñas a tener miedo. La utilización de este método, también, produce más violencia, puesto que enseña a los mismos a afrontar las dificultades de la vida y a resolver sus conflictos respondiendo con agresividad hacia otros que no cumplan con sus propias expectativas.

En ese mismo tenor, se destaca la importancia de fortalecer el ejercicio de la paternidad y maternidad en relación a las distintas formas positivas existentes para controlar un berrinche, una pataleta o simplemente una conducta no esperada por parte de nuestros niños y niñas. Algunos ejemplos para criar a los hijos e hijas de forma positiva son, el amor, el respeto, la comprensión y los límites claros.

En primer lugar, educar desde el amor supone ofrecer un tiempo de calidad a los pequeños. Algunas maneras de hacerlo es cuando papá, mamá o tutor sacan un espacio para jugar con ellos, cantarles, contarles un cuento, hablarles y darles caricias con abrazos y besos.

Por otro lado, la comprensión y el respeto ya mencionados anteriormente se relacionan con la sintonía de los padres, madres y tutores con la primera infancia, cuya etapa se caracteriza por ensayo y error, exploración constante y experimentación de las distintas maneras disponibles para lograr un fin. El compromiso de los cuidadores principales recae en realizar una valoración de los esfuerzos, toma de decisiones y mecanismos utilizados por los niños y niñas a pesar de los resultados obtenidos. De esta forma, intentar enfocarse en las fortalezas de los mismos, y en caso de que el resultado no sea el esperado y requiera ser reforzado, tener en cuenta criticar la acción y no al niño o niña, modelando así lo que se espera para una próxima ocasión. Si sólo se resalta lo que no se ha realizado de forma adecuada y se descalifica al infante por ello sin ofrecerle un voto de confianza, se estaría limitando el pensamiento de los niños y niñas, así como su capacidad para seguir aprendiendo y su iniciativa para realizar acciones por sí mismos.

Es importante destacar que desobedecer es parte del proceso de aprendizaje de los niños y niñas, donde estos ponen a prueba los límites que les impone su entorno frente a aquellas aventuras que emprenden. Como es responsabilidad de los padres, madres, tutores y cualquier adulto presente el velar por la protección y el bien superior del niño y la niña, se deben establecer reglas claras, reducir los riesgos y evitar los peligros que suponen para los infantes dichas aventuras.

Como parte de una buena crianza para los niños y niñas, es primordial establecer límites saludables y cumplir las reglas establecidas. Sin embargo, es importante que todas las personas que viven en la casa, incluidos los adultos, conozcan estas reglas, se comprometan a respetarlas y a dar el ejemplo llevándolas a cabo para lograr la armonía y el respeto mutuo en el hogar.

En conclusión, las buenas prácticas de crianza no suponen falta de disciplina, más bien nos invitan a identificar el comportamiento o la oportunidad de mejora del niño y la niña, corrigiéndolo de una forma respetuosa, positiva y constructiva. Sin lugar a dudas, implementarlas contribuye al desarrollo integral de la primera infancia, ya que fortalece la autoestima de los niños y niñas, así como sienta las bases para el establecimiento de relaciones saludables futuras. Por tanto, seamos defensores del cariño como base de la crianza dentro y fuera de nuestros hogares.