La importancia de esa candidatura

La importancia de esa candidatura

La importancia de esa candidatura

Rafael Chaljub Mejìa

La importancia de la candidatura presidencial de la profesora María Teresa Cabrera va mucho más allá del legítimo interés de las fuerzas revolucionarias y progresistas de jugar un buen papel en el venidero proceso electoral. Eso es muy importante y con ella puede lograrse.

Pero lo de más trascendencia es que en torno a María Teresa puede empezar a ganar cuerpo, desarrollarse y entrar al escenario político una tendencia política progresista, auténticamente popular, que rompa con el tradicionalismo y reagrupe los sectores que anhelan cambios y transformaciones de fondo, pero no encuentran una fuerza de avanzada, debidamente organizada, que los represente, ni un liderazgo personal con el carisma suficiente para trascender los límites de la izquierda propiamente dicha y conquistar adhesiones en áreas diversas de la sociedad.

Ocurre que nuestro movimiento sufrió una derrota estratégica cuando la ofensiva conjunta de la reacción nativa e internacional venció la revolución de abril de 1965.

En 1966 Joaquín Balaguer volvió al poder, la contrarrevolución vino por la revancha y mediante una campaña represiva en gran escala, arremetió contra el movimiento revolucionario que fue su blanco y víctima principal.

Por doce años aquí hubo un baño de sangre, en el cual el terrorismo de Estado cercenó las cabezas más lúcidas y el liderazgo más acreditado del movimiento revolucionario. Incluyendo al coronel Caamaño, a Otto y a el Moreno.
Las organizaciones políticas de izquierda, el movimiento sindical, estudiantil, campesino, popular, han resistido valientemente y tienen el mérito de haberse mantenido contra viento y marea.

Pero eso no basta por sí solo y tienen la obligación, más que el deber, de parar la tendencia a la disgregación y el debilitamiento.

Después de tantos golpes y tropiezos, la tarea histórica del movimiento revolucionario y progresista es recomponerse, y mediante una labor paciente y organizada, sin prisa, pero sin pausa, erigirse como una fuerza capaz de ganar, al menos, la parte políticamente más avanzada de la población, trazarse ulteriormente la conquista del poder político y desde el mismo culminar la transición democrática pendiente de realización desde hace tanto tiempo.