La fragmentación del Marcelino Vega: cuando el botín pesa más que los principios

Por: Julio César Disla
“Cuando los ideales ceden al oportunismo, las trincheras se convierten en oficinas y los compañeros en adversarios.”
La corriente periodística Marcelino Vega, otrora símbolo de lucha gremial, hoy atraviesa uno de sus momentos más sombríos. Lo que nació como un proyecto de unidad y dignidad para fortalecer el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), se ha transformado en un campo minado por ambiciones personales, clientelismo institucional y luchas intestinas por cuotas de poder.
La crisis que hoy sacude al Marcelino Vega no es sólo una ruptura política: es un derrumbe ético. Los dirigentes que antes compartían trincheras, hoy se disputan con fiereza el control de los recursos, los beneficios gremiales y las canonjías estatales que una vez denunciaron como corrupción de los valores periodísticos.
Del compromiso gremial a la lucha por el botín
Durante décadas, la corriente Marcelino Vega fue bastión de una visión renovadora en el CDP. En sus mejores tiempos supo articular un discurso combativo en defensa del periodista dominicano y del derecho a la comunicación como bien público. Sin embargo, ese ideario ha sido sepultado bajo la lógica de la repartición de cargos, las alianzas coyunturales y el acceso a pensiones, viáticos y prebendas.
La reciente división interna —ya inocultable— evidencia el grado de deterioro político e ideológico de la corriente. Las acusaciones cruzadas, las exclusiones deliberadas y las zancadillas internas han roto toda posibilidad de recomposición. Lo que antes fue un frente común por la transformación del CDP, hoy es un mosaico de grupúsculos enfrentados, movidos más por agendas personales que por principios colectivos.
El fin de una hegemonía sin proyecto
Lo más grave no es la división, sino que esta ocurre sin debate ideológico, sin evaluación crítica del rumbo seguido y sin voluntad de rectificación. No se rompe por discrepancias programáticas, sino por el afán de controlar el “botín”: el edificio del Colegio, los ingresos por alquileres, los espacios en la Comisión Electoral, los vínculos con el gobierno.
“Ya no hay compañeros, sólo aspirantes. Ya no hay causas, sólo cálculos.”
La hegemonía que durante años impuso el Marcelino Vega en la vida gremial, hoy se agota en una parodia de sí misma. Se trata de una victoria sin contenido, sostenida a fuerza de pactos clientelares y no de legitimidad ética o política.
Un llamado a refundar la lucha gremial
El rompimiento del Marcelino Vega no debe verse con tristeza, sino como una oportunidad. Es el momento de replantear el sentido de lo gremial, de recuperar la dignidad periodística y de abrir las puertas a nuevas formas de organización más democráticas, éticas y participativas.
El Colegio Dominicano de Periodistas necesita una renovación radical. No basta con sustituir nombres; es necesario demoler la lógica de la complicidad y del usufructo gremial que ha desplazado a cientos de periodistas honestos y comprometidos. La despolitización de la membresía del CDP es el resultado directo del uso patrimonialista del Colegio por parte de corrientes como la Marcelino Vega, convertida en un aparato que ya no inspira ni moviliza.
En defensa del periodismo, no de las parcelas
El desafío hoy es mayor: rescatar el Colegio, dignificar la práctica periodística, defender los derechos laborales y construir un gremio con voz propia frente al poder político y económico. Para eso hay que romper con la cultura del reparto, del acomodo y del silencio cómplice.
El Marcelino Vega fue parte de una historia necesaria. Pero hoy, en su versión actual, no representa más que el triste final de una ilusión secuestrada por la mezquindad. Es hora de construir nuevas referencias, donde el periodismo valga más que los privilegios, y donde el Colegio sea casa de todos, no botín de nadie.