La fatalidad de un golpe de Estado
Todavía hoy estamos pagando las consecuencias del golpe de Estado de 1963 contra el presidente Juan Bosch. Una decisión política y militar errática y que resulta difícil para muchos admitir.
A la República Dominicana y su pueblo se les arrebató el legítimo derecho de hacer su tránsito a la democracia. Igual que otros países del área y que formaron parte del concierto de naciones que estuvieron bajo el férreo látigo de las dictaduras y hoy son ejemplos de dignidad, desarrollo y progreso de manos de una camada de líderes democráticos que aportan cada día en beneficio de sus pueblos.
Aquí no. Vivimos bajo el fuego de una de las peores dictaduras, elegimos muy esperanzados un gobierno, el primero democrático que resultó efímero, ya que fue derrocado a los 7 meses, y pasamos a los combates en las calles enfrentando el poder militar de los Estados Unidos; y volvimos, meses después, a otros intentos democráticos, pero ya era muy tarde.
El daño al país estaba hecho.
Una fecha como la de hoy es digna de recordarla, más no así de conmemorarla. Hay que recordarla para repudiar los hechos que dieron al traste con nuestra incipiente democracia y que aventuras como esa, que le ha costado muy caro al país, hasta el día de hoy, no ocurran jamás.
De los errores también se aprende, aunque ese error del pasado todavía hoy lo estamos pagando.